El descenso a Tercera División deja un poso amargo en el balance de la temporada del Mallorca B, que más allá de los resultados deportivos ha cumplido con su labor de generar futbolistas para la primera plantilla. Hasta seis jugadores han dado el salto en el ejercicio en el que el filial bermellón ha perdido la categoría después de tres campañas consecutivas salvando los muebles en la última jornada. Luciano, Carmona, Campos, Camacho, Cavalli y Víctor han cubierto las carencias que en su día precisaron paliar Floro, Llompart o Cúper, pero dicha aportación también ha ejercido su influencia sobre la prestaciones del grupo que dirige Cazorla.
El técnico granadino, que tiene un año más de compromiso con el Real Mallorca, saca conclusiones con la vista puesta en su último rival del curso, el Arteixo, y de su análisis de final de campaña se desprende una doble lectura: «Nuestra colaboración con el primer equipo ha sido importante porque estamos para aportar jugadores y nos alegra haber cumplido este objetivo, pero el de mantener la categoría no ha podido ser y estamos dolidos». «En el descenso han influido las lesiones y el hecho de que varios jugadores no conseguían encontrar el ritmo después de estar de baja. También se ha notado el no disponer de jugadores importantes para nosotros como Víctor y, sobre todo, la poca puntuación que hicimos en la primera vuelta, en la que realizamos muchas rotaciones y no pudimos contar con un once fijo», resume Cazorla, que considera que la política del club respecto a la cantera ha dado resultados y que también admite que «la de este año era una apuesta arriesgada con gente joven y sin duda la Segunda B es una categoría que no perdona».
Subir jugadores supone una alegría y un peligro para cualquier filial y el Mallorca B lo ha sufrido. Y es que no sólo se ha desprendido de sus efectivos más destacados, sino que también ha visto como los mismos jugadores han vivido un descenso en su rendimiento cuando han regresado: «Desgracidamente es una cosa que sucede aquí y en muchos lugares, pero se trata de una cuestión de madurez del jugador».