Okubo recibió, metió la quinta y picó por encima de Sanzol. El balón enfiló rumbo a la portería, todo el mallorquinismo se puso a soplar el esférico pero, de repente, David López metió su pie derecho para despejar en la misma línea o quizás dentro de la portería. El japonés celebró el gol alborotado, se quitó la camiseta, pero se quedó de piedra cuando vio al asistente inmóvil. Todo el banquillo balear protestó, pero Muñiz Fernández ni se inmutó. Unos segundos después alzó los brazos y pitó el final... El Mallorca entró en El Sadar oliendo a recuperación y dejó el estadio navarro con un punto de amargura, un empate que multiplicará sus efectos si pierde el Levante en Albacete. El grupo de Cúper acarició el triunfo incluso antes de ese remate postrero de Okubo, pero arrojó por la borda todo el sudor acumulado en un despiste defensivo que Milosevic aprovechó (1-1).
Osasuna sacó partido de su esfuerzo y cumplió con la tradición, ese extraño maleficio que parece acompañar al Mallorca en sus visitas a El Sadar. Y es que el grupo navarro se ha convertido en una obsesión para los isleños. No en vano, jamás han ganado en Pamplona en Primera División, aunque suman tres empates consecutivos. El desenlace es incontestable atendiendo a todos los parámetros del juego. Osasuna jugó con el freno de mano echado en la primera parte y pisó el acelerador cuando Aguirre metió en la arena a Pablo García, reclamado por la grada, y a David López, que le amargó la tarde a Poli. El Mallorca, todo lo contrario: controló el partido durante más de ochenta minutos, aguantó el asedio navarro en el segundo acto hasta que Milosevic acertó con el remate. Marcó en el 83 y envió un balón al poste en el 90. Después, ya en el descuento, Okubo pudo variar el destino.
Y eso que Sanzol facilitó el guión que repartió Cúper antes del choque. El portero despejó al centro, Farinós le puso un lazo al regalo y mandó una vaselina desde casi el centro del campo que provocó los aplausos de la facción mallorquinista de El Sadar. El Mallorca le inyectó cloroformo al partido desde el pitido inicial. En estas últimas semanas, Héctor Cúper ha centrado su trabajo en blindar la defensa y pone a todos el mono de trabajo para impedir las escaramuzas del rival. Osasuna amenazó con clausurar su siesta a la media hora. Amagó una pequeña reacción, pero Ballesteros, bien acompañado por Iuliano, se bastó para sellar fronteras y evitar inquietudes. Un cabezazo de espaldas de Milosevic y un disparo de Aloisi metieron a Moyà en el partido. Entonces, Osasuna se echó a dormir, bajó la persiana y hasta el descanso se acercó más a la reprobación de sus aficionados que al elogio. El Mallorca, en cambio, se adueñó del balón, Farinós comenzó a repartir las cartas y Campano y Tuni progresaron por sus orillas.