Amador Pons|SEVILLA
El «jugador número cinco» volvió a dar una lección. Sevilla fue
talismán una vez más, y tanto Carlos Moyà como Rafael Nadal
estuvieron arropados por miles de aficionados que derrocharon
pasión y entrega durante las muchas horas de tenis vividas en La
Cartuja. Un nutrido grupo de mallorquines pudo ser testigo de tan
magno acontecimiento, pero desde Ciutat también se vivió con
intensidad la primera jornada de la final de la Copa Davis. Algunos
de los integrantes de la Escuela Superior de tenis del Govern
siguieron por televisón y desde el Príncipes de España el
evento.
Pero en las gradas, la fiesta fue una constante. Los más ruidosos eran los integrantes de una charanga de Alicante que interpretaba varias canciones, con el tema principal de «Bienvenido Mr. Marshall». A ellos se sumaba la megafonía del recinto cartujano, con lo que ya es una especie de himno cuando un equipo español juega en la capital andaluza: «Sevilla tiene un color especial».
Los puntos ganados por Moyà y Nadal fueron coreados con gritos de «¡Torero, torero!» o «¡A por ellos!». Ni tan siquiera la lluvia ni el frío congelaron el calor permanente que transmitían los aficionados, que vibraron con la exhibición de Nadal. A este ambiente festivo no fueron ajenos los norteamericanos, varios de los cuales lucieron atuendos con las barras y estrellas; uno fue disfrazado de estatua de la libertad.
Sólo hubo un momento de tensión, al lanzar alguien un grito desde el graderío, cuando Roddick iba a sacar. Esto provocó un enorme griterío contra el causante, que obligó a paralizar por unos instantes el juego.