En el Real Madrid todo es de tamaño grande. Su historial, su número aficionados, las fichas de sus futbolistas... Incluso sus desplantes. José Antonio Camacho, fichado por aclamación popular, dejó anoche a dos velas a la legión de periodistas mallorquines a los que había citado 48 horas antes en el Melià Victoria. Sin explicación alguna, el antiguo seleccionador español declinó tras llegar al hotel comparecer ante la prensa.
Racial y visceral, está claro que Camacho es así, aunque eso no implica que su decisión lleve implítica una elevada carga de mala educación y falta de tacto.
Cuesta demasiado encajar la imagen de Camacho en el modelo de club que pregota Florentino Pérez. A un buen puñado de sus futbolistas, por ejemplo, les cuesta horrores firmar un simple autógrafo, incluso dibujar una simple sonrisa cuando sus nombres son coreados. Será por una simple cuestión de grandeza. En el Madrid todo es grande. Incluso el mal gusto.