Paso a paso, el medallero español adquiere la forma deseada. Los pronósticos más alarmistas devolvían al conocido como «espíritu de Seúl», cuando un metal se celebraba como un triunfo nacional, algo utópico que adquiría forma de medalla. Desde Barcelona, esto ya no fue lo mismo. Y en Atenas, el registro de Sydney debe ser batido. Mimbres hay. María Quintanal ya no está sola. Paquillo Fernández certificó la veracidad de los pronósticos y a muchos les alegró el desayuno. Es la medalla más madrugadora en los Juegos y tiene un sabor especial, pues abrió una senda que tendrá continuidad. El de Guadix se quedó a cinco segundos de la máxima gloria, pero se ha ganado el corazón de todos los españoles. Como el grueso de los atletas. El sacrificio que lleva consigo este deporte sólo se ve recompensado en momentos como éstos y merece algo más. Paquillo ha hecho historia y deja claro que a España le va la marcha y allí siempre suele mojar en los mejores momentos.
Inagotable Conchita. Pero ahí no acababa todo. El tenis, huérfano de la Armada, guardaba un as en la manga. El doble femenino formado por la incombustible Conchita Martínez y Virginia Ruano se metía en la final por la puerta grande (6-3 y 6-0). Con la plata -una más- en el bolsillo y una más que firme opción de lograr el primer oro, las españolas se cruzarán en el camino de la pareja china formada por Li y Sun. Teóricamente asequibles, aunque si hasta ahí han llegado, algo tendrán.
Las chicas plantan cara. Aún no han conseguido un metal, pero van camino y ayer lo demostraron una vez más. La selección española femenina de baloncesto tuteó a Estados Unidos y se permitió la licencia de ir por delante en el marcador durante algunos minutos. El mejor síntoma de un grupo que gana en consistencia y en adeptos con el paso de los días. Perdieron por trece puntos (71-58), pero dieron la cara. En especial Amaya Valdemoro. Marta Fernández no tuvo su día y sus compañeras lo notaron. No hay motivos para preocuparse, sólo para cruzar los dedos y aguardar un cruce asequible en cuartos. Desde ese punto, sólo cabe soñar.
Quién sabe si con el oro.
El ciclismo pide pista. El estreno de la competición de pista en el colosal velódromo diseñado por Santiago Calatrava, nos dejó un sabor agridulce. Sergi Escobar no supo sacar partido de sus ocasiones y dejó escapar el oro que le corresponde al vigente campeón del mundo de persecución individual. Ahora, pugnará por entrar en el libro de honor. Es el anticipo de la semana que se avecina. Joan Llaneras será el centro de todas las atenciones. Lo tiene todo a favor para repetir el oro de Sydney, pero en esto del pedal todo es posible.
Trujillo da vida a la vela. Después del fracaso de hace cuatro años, la vela española precisaba de un estímulo en forma de medalla. Si no hay contratiempos, éste llegará en forma de plata y de la mano de Rafael Trujillo, que en la clase Finn se consolida como uno de los mejores regatistas del planeta.