Fernando Fernández|ATENAS
La puesta de largo olímpica de Carlos Moyà tuvo dos caras. La
buena, el trabajado triunfo ante el sueco Thomas Enqvist en la
competición individual. La mala, la derrota en dobles haciendo
pareja con el recién aterrizado Rafael Nadal. El tándem mallorquín
acusó el cansancio acumulado y cayó en dos sets ante los brasileños
André Sa y Flavio Saretta. La jornada en la pista central arrancaba
con un choque eléctrico. Enqvist era una delas bestias negras de
Moyá lejos de la tierra batida y siempre marcó el tiempo del
partido. Con un viento que hizo más difícil el control de los
golpes, el escandinavo empezó marcando las diferencias, pero pronto
Moyá hizo valer la solidez de su servicioy equilibró la
balanza.
Sin hacer ruido, Enqvist tenía en su mano la posibilidad de hacerse con el primer set. Se puso 5-4, pero con saque de Moyà, que no falló y señaló de esta manera la senda del tie break. En ese momento, Carlos Moyà exhibió su mejor tenis y se destacó con un 5-1 que dejaba las cosas claras y ponía el primer set en franquicia para el cabeza de serie número tres del torneo olímpico. En ese instante, el panorama cambió de manera radical y Enqvist se vio con 7-6 a su favor tras consumar una remontada ante la que Moyá no daba crédito.
No se asustó y puso las cosas en su sitio el ex número uno del mundo. Así, hacía subir el 9-7 definitivo al marcador de una pista central que tuvo a sus mismos protagonistas en liza durante dos horas y cincuenta y nueve minutos. Precisamente, el espacio temporal que necesitó el tenista mallorquín para sellar su pase a la segunda ronda. Pero el partido le guardaba más sorpresas. El equilibrio total fue la nota que definió una manga cargada de tensión. Enqvist sabía que si quería seguir con vida, debía darlo todo. Y así fue.