Carlos de Torres|GUERET
El australiano Robbie McEwen, del Lotto, logró ayer su segunda
victoria en esta edición al imponerse al esprint en la novena etapa
disputada entre Saint Leonard de Noblat y Gueret, de 160,5
kilómetros, en la que el pelotón privó del éxito al español Iñigo
Landaluze a solo 20 metros de meta y el francés Thomas Voeckler
mantuvo el jersey de líder. Un final muy emocionante en el que
Landaluze y el italiano Filippo Simeoni llegaron escapados con unos
segundos a la recta de llegada después de 125 kilómetros de
aventura. Cuando el corredor del Euskaltel se disponía rematar la
faena el grupo de esprinters le pasó por encima a unos metros de la
línea. Una dolorosa manera de perder la opción de tocar la gloria
en el Tour. Los velocistas no perdonaron y lucharon a toda máquina
por ganar en Gueret, que recibía al Tour por primera vez. McEwen,
en otro alarde de fuerza y a pesar de sus lesiones en codo y
rodilla, logró apuntar su nombre en este final inédito, con un
tiempo de 3:32.55 y por delante del noruego Thor Hushovd y de otro
australiano, Stuart O'Grady, tres hombres que lucharán hasta París
por el maillot verde.
El veterano McEwen, de 32 años, ya se ha convertido en uno de los velocistas clásicos del Tour alm entrar con pleno derecho en el club de las cinco victorias (2 en 2004, 2 en 2002 y 1 en París en 1999). La jornada que comenzó en Saint Leonard de Noblat, pueblo de adopción del legendario Raymond Poulidor, «el señor segundo» tuvo un desarrollo convencional y un final tan peculiar como el citado personaje francés, quien nunca ganó el Tour ni vistió de amarillo en toda su larga carrera. Respecto a la general, ningún cambio y el francés Voeckler un día más de amarillo líder. Los favoritos pasaron otra hoja del calendario y ahorraron fuerzas para la siguiente etapa de media montaña. Sin mayor novedad mantuvieron las diferencias y se dedicaron a evitar caídas, que por cierto no faltaron algunas como la que afectó a Mikel Pradera a 9 kilómetros de meta.
En el inicio de la etapa y después de varios intentos de fuga el pelotón permitió la marcha de Landaluze y Simeoni. Buen entendimiento y ventaja cada vez más amplia hasta alcanzar los 10 minutos en el kilómetro 92. A partir de ahí el reloj apretaba cada vez más a los valientes. A 25 kilómetros de meta surgió la histeria entre los equipos de los esprinters, que veían peligro de quedarse en la estacada. La Boulangere del líder primero y el Quick Step de Boonen, el Credit Agricole de Hushovd, el Lotto de McEwen y el Cofidis de O'Grady después pusieron al grupo a mil revoluciones. Fueron devorando minutos a marchas forzadas mientras Landaluze y Simeoni resistían al pasar por la bandera del último kilómetro con 15 segundos. El final hubiera puesto al público en pie si de un estadio se tratara, pero en las cunetas todos empujaron a los dos hombres que se habían ganado el premio por su valentía y esfuerzo. En el Tour no existen los regalos ni los sentimentalismos. En el último suspiro pasó la máquina de la realidad. El sueño esquivó las ilusiones de Landaluze y Simeoni. El italiano tiene su pequeño historial en la Vuelta con dos triunfos de etapa, en 2001 (Cuenca) y 2003 (Collado Villalba), en el primero de ellos protagonizó un hecho curioso al atravesar la meta andando. En la misma línea se bajó de la bici y cruzó la línea. Dijo entonces que se trataba un gesto por la paz. Hoy entra la media montaña con la etapa más larga de la presente edición el Tour, con 237 kilómetros de recorrido entre Limoges y Saint Flour.