Carlos Moyà es un tipo que se mueve por sensaciones. Su tenis es incontestable cuando se siente feliz y ahora tiene un presentimiento. El mallorquín afronta Roland Garros, el segundo Grand Slam de la temporada, en un gran momento, probablemente el mejor de su carrera. Ha jugado cinco finales durante el curso 2004 y ya se ha alzado con tres títulos. Tiene el trono de Federer a su alcance y asume el papel de favorito sobre la arcilla de París. Moyà vuelve a dar el perfil.
La carrera deportiva de Carlos Moyà ha sufrido un giro de 180 grados. A finales de los noventa era mucho más irregular, pero tenía el don de acertar el momento adecuado. Ganó Roland Garros en 1998 y fue número uno del mundo en 1999, después de ser finalista en Indian Wells. Ahora Moyà es un jugador diferente. Es mucho más constante durante todo el año, pero las grandes citas le han esquivado. Su objetivo era el Másters de Houston -acabar entre los ocho mejores jugadores del año-, pero sus tres títulos le han metido en la guerra con Federer, Roddick, Ferrero y Coria, pese a perderse el Open de Australia por una lesión. Sabe que levantar de nuevo la Copa de los Mosqueteros le puede catapultar a lo más alto y esta vez siente que vuelve a tener todos los astros a su favor.
Es uno de los pocos tenistas de su generación que consigue mantenerse en el top ten, pero las condiciones que se están dando obligan a situarle como el máximo favorito al título. Roger Federer, actual número uno del mundo, es un jugador muy completo y su juego también se aclimata a la tierra batida. Ganó el Másters Series de Hamburgo hace diez días, pero es en esta superficie donde es más vulnerable. El rey indiscutible del polvo de ladrillo, Juan Carlos Ferrero, tiene que decidir hoy si finalmente disputa el torneo. Tiene molestias en las costillas y no jugar al cien por cien en un grand slam (dos semanas de competición, con partidos a cinco sets) es prácticamente un suicidio.