La nómina de aventureros que hacen las maletas y cruzan el charco se dispara en un deporte como el ciclismo que exige un salto cualitativo en cada pedalada. Un ejemplo claro de superación es el de Francisco Becerra. El corredor mallorquín cuenta con un notable historial a sus espaldas. En categoría juvenil vistió los maillots de la Penya Antoni Gelabert y el Club Ciclista Arenal. En el instante en el que debió dar una respuesta sobre su futuro, tuvo que tomar una de las decisiones más meditadas de su vida.
Francisco dejó todo atrás para iniciar su periplo como amateur y cuatro años después ha logrado erigirse en un clásico dentro del pelotón levantino. Enrolado en las filas de la Universidad Politécnica de Valencia, ha logrado la estabilidad que ofrece un conjunto serio, aunque el salto al mundo profesional supondría dar el bote a ese universo con el que sueñan todos los que disputan el calendario aficionado.
Los problemas físicos y las averías mecánicas le han jugado malas pasadas, pero en el curso 2004, Becerra se ha destapado. A sus 26 años ha alcanzado el grado de madurez suficiente como para poder competir con los mejores. En su tierra ha marcado las diferencias en clásicas del peso del Trofeu Pàsqua Ariany o el Memorial David Gómez.