Acostumbrado a disfrutar de la claridad del ático, El Guille está viviendo ahora en la penumbra del sótano. Apenas hace tres meses, Guillermo Ariel Pereyra preparó las maletas, cruzó el charco y se embarcó en la aventura del Real Mallorca. El pivote argentino firmó un contrato largo, cuatro temporadas, con la ilusión de contribuir a los éxitos bermellones y reeditar sus conquistas con River Plate. Debutó en medio de una goleada. Sucedió hace exactamente dos meses, el 8 de febrero, en Sevilla, una ciudad a la que regresará el próximo domingo.
En River, Pereyra se adentraba más en terreno enemigo. Incluso en las acciones a balón parado era un futbolista rentable. Pero aquí, la vida es otra historia. El Guille se ha situado por delante de la línea de cuatro y apenas asoma la cabeza en el campo contrario. Los agobios clasificatorios del grupo no han permitido ver al futbolista que en su país estaba considerado el sucesor de Astrada, toda una referencia si hablamos del «5» argentino. El, no obstante, mira cara a cara al presente, sin esconderse: «Obviamente pensé que no se iba a agravar tanto la situación. Lamentablemente no se dio todo como yo esperaba, pero a mí nadie me regaló nada y no voy a esquivar el bulto. Más bien todo lo contrario. En estos momentos de crisis todos debemos remar hacia el mismo lado».
Pereyra reconoce estar incómodo en esta situación pero «en la caseta hay buenas personas y nadie tiene la experiencia de Luis Aragonés para manejar y solucionar estos problemas. Personalmente, no estoy acostumbrado a esto porque en River la pelea era por el campeonato». El argentino reconoce que la caseta es consciente del peligro. «Se habla de esa posibilidad de descender, pero dependemos de nosotros mismos y no debemos estar nerviosos. De acá a final de campeonato disputaremos siete finales y hay que centrarse en cada uno de ellos».