Xisco Cruz|MOSCÚ
Es el Spartak un equipo singular, multirracial. Entrenado por un
técnico italiano, el conjunto ruso alberga en su vestuario a
futbolistas de hasta 14 países distintos; desde Brasil hasta
Yugoslavia, pasando por Camerún o Uruguay. Con graves problemas
para la comunicación, hablan el lenguaje internacional del
fútbol.
Georgi Lomaia es un portero georgiano de 24 años. Suplente habitual del ruso Alexey Zuev, suele aparecer en las convocatorias por delante de Wojciech Kowalewski, el tercer cancerbero de la plantilla y que es natural de Polonia. Son tres ejemplos tangibles de lo que cohabita en el Spartak de Moscú. En la defensa apenas hay tres jugadores nacidos en Rusia, porque el resto es extranjero: Baye Kebe (Senegal), Dusan Petkovic (Serbia), Luc Owona Zoa (Camerún), Ricardo Soares y Osvaldo Pereira (Brasil), Dmytro Parfyonov (Ukrania), e Igor Mitreski (Macedonia).
La nómina de foráneos la completan los centrocampistas Danijel Hrman (Croacia), Artem Kantsavy (Bielorrusia) y Alexander Torbinskiy (Azerbayán), además del delantero estonio Tarmo Kink y del uruguayo Marcelo Sosa, la última adquisición. Es un club peculiar, con una enorme masa social y con un entrenador con graves problemas para transmitir sus ideas. No es fácil aprender ruso, porque en la Federación de Rusia se utiliza el lenguaje cirílico. Con todo, el segundo entrenador realiza las funciones de traductor y así el Spartak ha conseguido completar varias concentraciones de pretemporada en España y en Turquía.