C.R.
Francisco Soler Atencia (Palma de Mallorca, 1970) recibió ayer el
cálido homenaje de la que ha sido su afición durante la última
década. El centrocampista balear, que ha abandonado recientemente
la práctica del fútbol a causa de los problemas que sufría en su
cadera, pudo despedirse a pie de campo del público que llenaba las
gradas de Son Moix y le fue impuesta, de manos del presidente Mateo
Alemany, la insignia de oro y brillantes del Real Mallorca como
colofón a una dilatada trayectoria que se desarrolló al completo en
la Isla.
Soler disfrutó de una despedida a la altura de las circunstancias y el club le obsequió con una de las fechas más preciadas del calendario para que pudiera tener su último contacto con un recinto en el que ha alcanzado su mejor nivel. Con las gradas del estadio casi a rebosar y con los últimos campeones nacionales sobre el tapete, el mallorquín irrumpió en el terreno de juego sin botas y ya sin la necesidad de vestir de corto. Le acompañaban sus dos hijas y en los escasos metros que van desde el pasillo de vestuarios al terreno de juego, la grada se puso en pie para recibir al medio con una de las ovaciones más cerradas de su extensa carrera.
Después de recibir las felicitaciones de Olaizola y Raúl como capitanes de ambas formaciones, Soler recibió la insignia de manos de Alemany y tuvo la oportunidad de despedirse mediante una breve parlamento que no llegó a completarse debido a los aplausos y cánticos que llegaban desde todos los puntos del recinto. El ex jugador agradeció el apoyo recibido a lo largo de todos estos años y dijo adiós de forma oficial a la capitanía en medio de un ambiente excepcional. Al mismo tiempo el club proyectó un video en los videomarcadores del estadio en el que se recogían algunos de los momentos más brillantes de su carrera, como su participación en las finales que ha disputado el equipo o la consecución de la Copa, que él mismo se encargó de levantar con Nadal.