Xisco Cruz|ELCHE
Las calles de Elche fueron el mejor exponente de la fiesta que se
presumía horas después en las gradas del Martínez Valero. Miles de
aficionados fueron uniéndose a los que aterrizaron a lo largo de la
noche y mostraron un exquisito comportamiento que hizo que muchos
de los ilicitanos se inclinaran por una victoria del Real
Mallorca.
Las calles más céntricas se convirtieron en el punto de concentración de ambas aficiones, aunque la marea roja fue la que predominó y la que se hizo fuerte. Los conductores y todos los transeúntes fueron «víctimas» del acoso de miles de mallorquines y mallorquinistas que hicieron del casco urbano de Elche una multitudinaria fiesta previa a lo que les aguardaba en los exteriores del estadio Martínez Valero, que estuvo de manera permanente conectado con el centro de la ciudad a través de una línea de autobuses urbanos.
Al mismo tiempo que algunos aprovechaban para recuperar fuerzas, los que más enteros se mostraban no cesaban en sus cánticos y sus muestras de apoyo al Real Mallorca.
A medida que la hora del almuerzo se aproximaba, la normalidad regresaba a unas calles que horas antes habían sido un hervidero y el grueso de la actividad se trasladaba a las diferentes carpas y zonas reservadas a los aficionados de ambos conjuntos. Una vez más, el mallorquinismo dio ejemplo y supo estar a la altura de las circunstancias.