Elena Gómez Servera (Manacor, 1985) se ha pasado los últimos dos días concediendo entrevistas. Acostumbrada a pasar desapercibida, el interés mediático desatado tras proclamarse campeona de España absoluta (de todos los aparatos en la categoría sénior A) le ha cogido despistada. Con su mejor sonrisa nos recibe en su casa de campo, a las afueras de su localidad natal.
Su último trofeo adorna la mesa de la salita. Su madre Antonia y sus tres hermanos pequeños escuchan atentos a unos metros y le apuntan en las lagunas que tiene su memoria, sobre todo al principio de la historia. «Empecé a practicar la gimnasia "Elena comienza su relato" en el colegio como una actividad extraescolar. La profesora Sebastiana Durán me vio buenas maneras y mis padres me llevaron al Gimnasio Can Costa».
LLeva cuatro años en Madrid y le cuesta recordar sus primeras competiciones en la Isla aunque las imágenes acaban llegándole a la cabeza. «Al principio tenía que competir en pruebas escolares porque era muy pequeña para ser federada. Con ocho años participé en mi primer Campeonato de España y recuerdo que en Mallorca Taisa López era la mejor y que estaba muy pareja con Erika González».
Con trece años Elena Gómez hace las maletas y parte hacía Madrid. «Jesús Carballo se fija en las gimnastas en los Nacionales. Me propuso ir a la Blume. A mí me hacía ilusión, aunque pensaba en la familia y en los amigos que tenía que dejar. Mis padres como siempre me apoyaron y al final acepté» La joven gimnasta manacorina recuerda que «en mi primer año era del grupo de las pequeñas. No había ningún tipo de presión, pero un año después comencé a entrenar con las olímpicas en Atlanta y Sidney».
Ahora la gimnasta mallorquina es de las grandes, probablemente la más grande. «En el Campeonato de España me han beneficiado las lesiones de Laura Martínez y Sara Moro. Las dos estuvieron en Sidney y son más veteranas que yo». Se muestra reticente a decir que es la mejor gimnasta española, pero tampoco acepta que digan que es inferior a nadie.