La plaza de las Tortugas no recordaba algo similar, y eso que las restricciones de tráfico y la nueva fisonomía de este rincón carismático de Palma parecían hacer más difícil que se repitieran noches de fiesta como las de antaño.
A los miles de aficionados del Real Madrid que habitan en Ciutat "y muchos llegados de otros lugares" no les dio reparo acudir a la cita con el corazón de la ciudad futbolística. Ya que el Mallorca no pudo dar las alegrías esperadas, el Real Madrid ocupó el hueco que los rojillos dejaron huérfano y la novena ahogó en Joan Carles I las penas de una afición que temía quedarse en blanco en un año tremendamente especial.
Los accesos al centro de Palma se empezaron a colapsar en el momento en que Urs Meier pitó y devolvió el cetro continental al club de la capital. Los fuegos artificiales, las bocinas y los atascos dieron paso a una larga noche pasada por agua para algún valiente. El madridismo cuenta con un fortín que se deja ver en años pares, aquellos en los que el club de las nueve Copas de Europa hace más grande su leyenda. Y Palma no puede quedarse al margen de las grandes celebraciones que ayer se vivieron en todos los rincones de España.