El Mallorca ha aliviado su tránsito por la Liga con un triunfo inapelable. Cambió de dibujo, de sistema, incluso de nombres, pero también cambió de actitud. Ofreció orden, solvencia en la contención y un contragolpe eléctrico, algo que generó una imagen más ampulosa y un mejor aspecto sobre el campo. Etoo y Paunovic fulminaron a un Rayo patético, cargado de limitaciones y con unas carencias enormes en la creación. Un triunfo balsámico y muchas sonrisas (0-2).
Cuando dos equipos están en apuros, sus inicios de partido suelen ser galácticos. Entre otras cosas, porque les dominan las urgencias. Apenas un minuto tardó Etoo en probar las manoplas de Etxeberria y cinco después Ferrón empujaba a la red en fuera de juego el primer arranque rayista. El choque era un ir y venir, porque las pizarras ya habían obviado el centro del campo y las áreas tenían un tránsito poco habitual. Siviero se volvió a acercar al gol en un escorzo tras una falta lateral (minuto 10) y se intuía algo importante en breve.
El Mallorca tuvo suficiente con esperar que la enclenque defensa del Rayo diera los primeros síntomas de fragilidad y los baleares golpearon tras un error de Mainz; el zaguero marró en un control, Ibagaza le robó el cuero y cedió a Luque, el catalán habilitó a Etoo y el camerunés fusiló a la red de certero derechazo (minuto 15). El gol actuó de somnífero en el partido, porque desde ahí hasta el cierre del primer tiempo no sucedió nada. El equipo de Manzano sufría a la hora de crear, porque Dorado y Quevedo no encontraban espacios. Sólo Ferrón le daba algo de luz al ataque madrileño, pero nunca llegó hasta la línea de fondo. Los baleares se aferraron al orden en defensa y a la velocidad de Luque para oxigenar su juego, deteriorado a partir del tanto de Samuel Etoo, y administraron con solvencia el botín logrado en el arranque.
El segundo acto fue patético. Con el conjunto rayista incapaz de hilvanar dos pases con criterio y el Mallorca metido en su área, el juego cayó en picado. Manzano puso sobre la arena toda la batería de atacantes que tenía, pero no metió a nadie que le diera circulación al cuero. Los insulares encontraron muchos espacios al contragolpe y Luque desperdició dos opciones muy claras de finiquitar el partido; primero envió fuera un pase de Etoo y luego estrelló su recorte en el cuerpo de Etxeberría. Daba la sensación de que los de Kresic le daban una segunda oportunidad a los vallecanos, que se acercaron gracias a las jugadas de laboratorio. Glaucio irrumpía con frecuencia cerca del área y de las faltas que generaba llegaban las principales aproximaciones franjirrojas.