Una vez más, el mallorquinismo dio una lección de frialdad que debe hacer pensar a la propiedad acerca de la rentabilidad de la nueva víctima del Slovan Liberec. Los integrantes del conato de expedición checa, esposas e hijos incluidos, vivieron su gran noche a costa de una caricatura de aquel Mallorca que imponía respeto por el viejo continente. Fueron pocos los seguidores del Slovan, además de arrinconados. Agregado un grupo de turistas de la nación centroeuropea que, por esas cosas de la vida, pasaban por aquí, el ruido estaba asegurado. Seria competencia tenían los más radicales de la grada norte de Son Moix "por antonomasia la más descafeinada", y enseguida se vio la diferencia. Parecía que los que debían vivir una remontada europea eran los hombres de Skorpil.
Otra vez, quedó demostrado que Son Moix no se llena ni en una hipotética jornada de puertas abiertas. Ni a base de invitaciones, precios de saldo y encorajados mensajes de los capitanes se puede arrancar del letargo a una afición internacionalmente demasiado bien acostumbrada. Un puro reflejo de lo visto en el graderío fue la zona VIP. A los clásicos y habituales en las grandes citas, caso de Antoni Borràs del Barrio, rebosante de satisfacción tras el nuevo éxito de la Fiesta del Fútbol Balear, al igual que Pere A. Serra, debemos unir a un mallorquinista confesado, pero que se debe conformar muchas veces tan sólo con conocer desde la distancia los resultados de su equipo. Carlos Moyà escogió mala noche, pero se encargó de darle el toque rosa. En lo institucional, merecido homenaje al expresidente José Fandos, cordialidad y exquisito trato a los sonrientes representantes del Slovan.
La noche, además de fresca, como es habitual en el feudo bermellón a estas alturas del año, acabó siendo trágica. Y eso que a Kresic, nada afortunado en su estreno en UEFA Cup, se le insistió por activa y por pasiva. Kolousek era el hombre a seguir, pero la estrella checa andó a sus anchas y dió el primer susto, y a la vez, la primera lección. Baffour y Stajner silenciaron a un estadio de por sí apático. Entonces empezó el éxodo y la estampida. El rojo "de las sillas, por supuesto" se extendió y Eto'o marcó casi en familia.
Lo que debía ser un encuentro especial, acabó en tragedia. Son Moix no está hecho para la UEFA Cup. La última aparición en competición finalizó con la sangría provocada por el Galatasaray. La elegancia llegó de la mano de la asistente Nelly Viennot. Correcta estuvo una francesa que ha roto moldes y otorgó un aliciente más a los valientes que aguantaron hasta el pitido final. Pocos llantos valían, y más cuando hablamos de un modesto que a costa del fútbol español se ha granjeado un nombre.