Seis jornadas después, el filial camina con el agua hasta las rodillas. Avanza con dificultad, agrietado de cintura para abajo y con el líquido que emana el grupo IV colándose por sus cimientos. Cinco puntos "nueve menos que el curso anterior", diez goles en contra "sólo el Coria ha encajado más", y decimosexta posición en una categoría que se ha convertido en un azote. Advertidos de la madurez que desprenden los rivales del suroeste peninsular, el Mallorca B no ha sido capaz de encontrar la ecuación que le otorgue equilibrio y sólo ha conseguido amontonar derrotas, lesiones y críticas. Llompart anda soliviantado, pero aportado su experiencia en situaciones paralelas y mirando a la enfermería; allí encontrará alguno de los efectivos que le ayudarán a achicar la decepción inicial.
Aquí no urge una decisión drástica, ni refuerzos en diciembre. El técnico no trabaja entre interrogantes, porque en el segundo equipo sólo se subraya la palabra «formación». Sin embargo, a nadie le escapa que disputar la fase de ascenso es uno de los objetivos primarios de la entidad "en los dos últimos años el Mallorca B fue quinto" y que el descenso a Tercera sería una bofetada histórica. Las claves del deteriorado estreno del conjunto balear responden a lesiones, convocatorias de Krauss y exceso de mocedad. Roberto Merino ha pasado por el quirófano, Güiza se rompió en el primer partido, Miguel Sánchez todavía no ha logrado debutar, Rueda ya sabe lo que es caminar con muletas y Cifre sigue hablando más con los servicios médicos que con su técnico. Con todo, sólo Miquel Buades ha esbozado una sonrisa con su ansiado regreso. Además, el oscuro estreno del grupo de Krauss ha obligado al alemán a tirar del filial, por lo que linajes como Riera, Viale o Robles han alternado Son Moix y es Fortí y no han encontrado ubicación en ninguno de los dos vestuarios.
Pero uno de los grandes problemas reside en el DNI. Futbolistas como Amate, Toni González o Morgado han evidenciado que el escalón que separa a los juveniles de los profesionales es enorme y durante la primera vuelta su signo es sufrir. Sobrados de calidad, el físico y la experiencia es su principal hándicap; nunca llegan a balones divididos, tienen problemas en el juego aéreo y el choque siempre les perjudica.
Granada, Cádiz y Ecija han sacado tajada en sus visitas al Lluís Sitjar, porque la historia no les permite ninguna licencia: sólo vale el triunfo. Lejos de Ciutat, el premio sólo se recogió ante el Dos Hermanas. El Mallorca B ha salido perdiendo en el cambio de geografía, algo que se intuía y que ahora se certifica. Sin embargo, ningún componente del filial le pierde la cara al grupo porque los mismos elementos que ahora juegan en contra, deberán jugar a favor.