JORGE MUÑOA-MADRID.
Una tarjeta de visita bastante discreta, con sólo siete puntos, la
mayoría desde la línea de personal, ocultó al gran responsable de
que el Real Madrid esté de nuevo en la final de la ACB, y no es
otro que Iker Iturbe, no por los decisivos tiros libres que
consiguió en los últimos segundos, sino por acabar con Luis Scola,
el gran tormento del vigente campeón en el desempate contra el
Tau.
Alberto Herreros, primero, y el francés Laurent Foirest, después, acumularon méritos más que suficientes para ser los héroes, además con estupendas estadísticas, pero el indiscutible triunfador fue Iturbe, que sufrió para frenar al pívot italo-argentino sin una mueca y, en el momento decisivo, apuntilló al subcampeón de la Euroliga, cuya temporada acaba sin el premio de un título.
El segundo finalista de la ACB tuvo que superar un desempate de altísima tensión, en la grada, en la cancha, en los banquillos y hasta en el último rincón del Raimundo Saporta, que estrenó la noche eufórico por la contundente salida del Madrid pero enseguida chocó de bruces contra la angustia de la incertidumbre.
La serie estaba condenada a una batalla despiadada por la clasificación y eso fue lo que hubo sobre la pista de la Castellana, un duelo frenético entre dos equipos incapaces de rendirse. No lo hizo el Tau cuando parecía destinado a perderse en la conmoción provocada por la marcha de Víctor Alexander y mejor jugaban los blancos, pero éstos tampoco capitularon al verse rebasados fulminantemente.