Los pronósticos que auguraban una rápida victoria del Kinder Bolonia en la final de la Euroliga han chocado contra la ambición del TAU Vitoria y la realidad de una eliminatoria que vive esta noche su último partido y que ha fluctuado en función de la defensa, los triples y el norteamericano Rashard Griffith. Cuatro encuentros no han sido suficientes para asignar el único título de una competición que, tras el quinto partido, volverá a integrarse en la estructura de la Federación Internacional tras un año de independencia.
Los dos finalistas han dado forma a una batalla que pocos hubieran aventurado. Desde que el pasado 17 de abril el balón surcó por primera vez el aire en el Palamalaguti, la final no ha cesado de deparar sorpresas. Primero, la victoria del TAU que supuso el 0-1, luego la contundente reacción de la escuadra dirigida por Messina y, para terminar, la valerosa respuesta vitoriana para forzar el desempate. El mero hecho de alcanzar la final ya era todo un logro para el club vitoriano. Ganar el primer partido a domicilio y con tanta claridad como lo hizo hubiese bastado para satisfacer a los más exigentes.