El Mallorca regresó a las trincheras y llenó la mochila. Llevaba tiempo el grupo balear sin obtener cosas importantes en las afueras de Son Moix, hasta que Aragonés decidió cambiar de discurso y tirar en Málaga de su manual más defensivo. La fortuna iluminó un centro perdido de Albert Luque y el duelo quedó instalado justo donde pretendía el de Hortaleza. Harto de emprender el viaje de vuelta susurrando lo que pudo haber sido y no fue, Luis Aragonés decidió prestar atención al factor cero. Acumula su equipo una docena de encuentros (desde que jugó en Anoeta, en la novena jornada) sin evitar que Leo Franco agachara la cabeza y observara el esférico dentro de su portería. Y eso no suele gustar a los entrenadores.
Y en la Rosaleda hubo cambio de planes. Albert Luque vivió en la intimidad y Leo Franco observo como la espalda de Miquel Angel Nadal y Fernando Niño quedaba mucho más cerca que de costumbre. El Mallorca trituró cualquier guiño al buen gusto, pero también puso fin a una racha de seis partidos (siete si se incluye el encuentro de Copa disputado en Balaidos) sin obtener la victoria. Despojado de dos de sus jugadores más imprevisibles y verticales "Ariel Ibagaza y Samuel Eto'o", Aragonés optó por un evidente cambio de planes. El equipo no agradó. Se encontró con un gol que ni siquiera fabricó y decidió limitarse a oxidar a su rival, pero también acabó alimentando su crédito europeo. Si el fin siempre justifica los medios, el cambio de orientación no admite debate alguno.
La discusión que si ha arrojado el segundo cruce de caminos de la temporada entre mallorquines y andaluces la alimenta la acción más determinante del partido. Albert Luque reclama la autoria del gol que inclinó la balanza, pero el árbitro del partido escribió en el acta que fue Rafa quien dictó sentencia. Rafael González, el guardameta asturiano del Málaga que se estrenó en Primera División rubricando un gazapo que le ha lanzado al estrellato, no lo quiere en su cuenta corriente y, además de lamentar la acción, atribuye cierto mérito a su ex compañero de equipo. «Los goles suelen ser mérito del delantero y creo que debe anotarse en la lista de Albert Luque. De todas formas, en aquel momento me hubiera pegado un tiro. La jugada era clarísima, me venía a mí, sin un contrario, sentí un fogonazo y no hay vuelta de hoja».