MIGUEL LUENGO - EFE
Veinticuatro horas después de ser confirmado para el equipo de Copa
Davis que luchará contra Holanda en Eindhoven a principios de
febrero, Moyá respondió a esa confianza con una victoria sobre
Hewitt, por 4-6, 6-1, 5-7, 6-2 y 7-5 en tres horas y 48 minutos.
Moyá, finalista en 1997, con el camino bastante despejado (su
temido Franco Squillari está fuera del torneo), se enfrentará ahora
con el alemán Rainer Schuettler.
Moyá prometió luchar al máximo y lo hizo con creces. En el primer partido del torneo disputado con el techo corredizo cerrado, el jugador español desplegó todo su arsenal, la derecha con la que destrozó al chileno Marcelo Ríos en primera ronda, y el saque con el con el que hundió al suizo Marc Rosset en la segunda. Volvió histérico a su rival, que vociferó, lanzó su raqueta y blasfemó como nunca, y convirtió en realidad su sueño de acabar con uno de los jugadores más odiados del circuito.
Hewitt, campeón del torneo de Sydney, llevaba siete partidos invicto. Había escapado por los pelos de las garras del sueco Bjorkman y ganado una batalla casi imposible con el alemán Haas (perdía 5-0 en el primer set y 4-1 en el segundo y ganó en tres mangas). Su moral, de hierro, quedará quizás dañada por esta victoria, similar a la que encajó contra Ferrero en la final de Copa Davis.
El español logró el triunfo gracias a su saque (16 directos y uno a 205 kilómetros por hora) y a su serenidad en los momentos vitales. Hewitt falló cuando más necesitaba ser fuerte, en el undécimo juego del último set cuando cometió dos dobles faltas y entregó su servicio. En el siguiente, Moyá lo ganó en blanco, con un punto final que ahogó a los aficionados por su belleza. De rodillas y luego con los brazos en alto, el campeón español disfrutó de su triunfo.