Italia ha desalojado a Holanda de su propio evento a golpe de esfuerzo. El combinado azulado exprimió al máximo su teoría del balompié ruin y sin excesos y completó otro europeo fantástico, engordado por la estadística y ensalzado por unos dígitos que le han enviado a la final. Ganó desde el punto de penalti, pero horas antes ya había minado el talento holandés a base de raza, kilómetros, orden y oficio. Fue capaz de aguantar con un hombre menos, de cerrarse con solvencia, de mantener el equilibrio pese a recibir dos castigos y confió toda su suerte a Toldo, portero de reflejos ilimitados y que fue tan impermeable como espectacular. Holanda cayó desde el punto más subrayado en este europeo, porque allí murió España y desde allí tomó impulso Francia. Una simple cuestión de presión.
Frank de Boer y Kluivert no lograron superar los elementos, ni los brazos de Toldo. Marraron dos opciones de tumbar a Italia y los transalpinos no perdonaron la indolencia naranja cuando pudieron levantarse. Zoff se animó a medida que Holanda le daba vida y fue capaz incluso de poner a tres delanteros sobre el tapete: Totti, Del Piero e Inzaghi. Todo, con un jugador menos y siempre pisando campo «azzurro». El técnico italiano le hizo un quiebro a la lógica y apostó por hurgar en la frágil mentalidad holandesa, aquella que también debilita a España y Portugal cuando llegan las competiciones de nivel.
Y ganó sobre el tablero de Amsterdam. Movió mejor sus piezas y acabó por desquiciar a una selección en la que sobran los regates de Seedorf y que había enamorado por su eficacia en ataque. Jugaban la mejor vanguardia y la defensa con menos grietas y el agua no pasó. Cannavaro y Nesta se han adueñado de las llaves del candado italiano y le han echado el cierre a la Eurocopa. Ni siquiera el anfitrión y las 50 mil gargantas del Amsterdam Arena pudieron con la tenacidad y sobriedad de los jugadores que mejor dominan los nervios. Apenas acusaron el parcial arbitraje y jugaron a lo que mejor conocen: la especulación.