Desterrada cualquier tipo de competencia, un factor ingobernable marchitó el «día D» del trote mallorquín. Un cielo coloreado en gris y una lluvia que nunca quiso irse erosionaron los aires de grandeza que anualmente proyecta una jornada marcada en rojo en millares de calendarios. Son Pardo amaneció entre nubarrones y anocheció plagado de barro. No hubo récord de asistencia, aunque casi nada puede con la tradición ni tampoco con la pasión que despierta siempre un programa de lujo adornado esta vez con detalles que delatan hacia dónde trota Son Pardo.
Los que acuden de forma esporádica a la mastodóntica instalación palmesana abrieron los ojos ante una gigantesca pantalla de vídeo instalada en el centro de la zona de taquillas; un regalo enorme para los apostantes. Innovaciones tecnológicas al margen, la cita más esperada del día "el Gran Premi Nacional" tuvo un prólogo innovador. Los dieciséis conductores fueron paseados en motos de gran cilindrada mientras la grada empezaba a morderse las uñas. 2.100 metros después, la gloria sólo fue para Enigma des Bosc y Biel Pou. La polémica no faltó y enturbió la clásica más imprevisible de los últimos años. Más nubarrones.
Horas antes, en la sesión matinal, un atrevido menorquín hacía añicos un buen puñado de pronósticos y despertaba la admiración de todo el público. Toni Joan exteriorizó su triunfo en el Premi Consell Insular de Mallorca "carrera considerada como la consolación del GPN" levantando con fuerza uno de sus puños y dirigiendo su mirada hacia un grupo de seguidores con residencia en Ciutadella. No era para menos. Era la primera vez que pisaba la arena de Son Pardo.