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RCE Mallorca

Tristán brilla en la mediocridad

El delantero sevillano vuelve a ser decisivo en un Mallorca que suma su sexta semana consecutiva sin conocer la derrota

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El duende de Tristán, ese delantero capaz de obtener destellos de luz del más feo y gris de los partidos, volvió a obsequiar al Mallorca con otra tarde de sosiego. El ariete sevillano engaña a todo el mundo (seguramente también a su entrenador), parece que no está en el partido, que la historia no va con él. Hasta que huele un balón de cerca al borde del área. Entonces sí está Tristán. Llamado a ser el salvavidas del equipo en la presente temporada, el delantero bermellón la tocó en dos ocasiones y ambas acabaron en gol.

Dos minutos de Tristán dieron sentido a un partido anodino, plagado de momentos lamentables. Uno de esos choques que se resuelven apelando a la capacidad de sufrimiento de las gradas. Habría sido el partido terrorífico de la jornada, de no ser porque en él jugaba Diego Tristán. Alavés y Mallorca no exhibieron en Mendizorroza ninguna especial querencia por el juego ofensivo. Ambos se respetaron tanto que terminaron llenando de piernas el centro del campo y cerrando espacios hasta el estrangulamiento total del partido.

El choque pintaba muy mal hasta que el azar le hizo un guiño al espectáculo cuando en el minuto 14 una buena jugada del Alavés terminó en las botas de Javi González para que éste pusiera un balón en la cabeza de Meho Kodro que el bosnio no desaprovechó. El Alavés se adelantaba en el marcador en la primera acción clara de gol de que dispuso y el Mallorca se quedó a dos velas. Crecido ante su eficacia, el granítico bloque de Mané descubrió que no todo en la vida es pertrecharse atrás y buscó un nuevo gol con relativa confianza, sin embargo todo su bagaje ofensivo se redujo a sendos disparos muy atolondrados de Contra y Morales desde fuera del área.

El Mallorca también tuvo sus momentitos de peligro. El más claro cuando Carreras se quedó solo ante Herrera al recibir un balón de Biagini, pero el sustituto de Stankovic se quedó atenazado por el peso de la responsabilidad y no supo qué hacer con el balón. La primera parte ya no dio para más y nada hacía pensar que el guión se transformara tras el descanso. Sin embargo nunca se puede anticipar el porvenir de un encuentro de fútbol. Sobre todo si en él toma parte Diego Tristán. Nueve minutos del segundo tiempo le bastaron al delantero sevillano para exhibir sus dotes de artista en Mendizorroza.

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