El estadounidense Maurice Greene se convirtió ayer noche en el nuevo hombre-bala del universo con su registro de 9.79 en 100 metros, pero la velocidad media que alcanzó durante su carrera en Atenas sigue siendo inferior a la que arroja el récord mundial de 200 de su compatriota Michael Johnson. Greene puso sus 75 kilos de peso a una velocidad de 36'772 kilómetros por hora durante 9.79 segundos para batir por cinco centésimas (unos 40 centímetros) el récord anterior del hectómetro, en poder del canadiense Donovan Bailey con 9.84. El primero de agosto de 1996, en el estadio Olímpico de Atlanta, Michael Johnson corrió en la final de 200 metros a la velocidad media más alta alcanzada jamás por un atleta en competición: 37'267 kilómetros por hora, para acabar la prueba en 19.32 segundos.
Greene llegó al atletismo de la mano de su hermano Ernest, cuatro años mayor que él y atleta, a su vez, de cierto nivel con marcas personales de 10.24 en 100 metros y de 20.60 en 200. El nuevo plusmarquista mundial dejó su ciudad natal, Kansas City, para trasladarse en 1996 a Los Angeles y empezar a trabajar con John Smith, fabricante de velocistas.
Desde que se integró en el club HSI dirigido por el ex cuatrocentista Smith, Greene llevó a cabo una progresión espectacular: en un solo año pasó de correr los 100 metros en 10.08 a hacerlo en 9.86, concidiendo con la final de los Mundiales de Atenas 97. El nuevo récord de Greene iguala la marca que de Ben Johnson en la final olímpica de Seúl, considerada en su momento como fuera de los límites humanos.