Rubiales ha decidido entregar el banquillo de La Roja a Luis Enrique. Aparentemente, cualquiera aplaudiría y firmaría la elección del nuevo presidente de la RFEF, que en unas pocas semanas habrá tenido en nómina a Julen Lopetegui, a Fernando Hierro y ahora a Lucho. El asturiano es un entrenador moderno y que lo ha ganado todo con el Barça. Su cotización sigue siendo alta en el mercado, de ahí que su decisión de aceptar la propuesta de la Selección obedezca más a un reto personal que a cualquier otro asunto.
Luis Enrique llegó al Barça en plena depresión post Guardiola. El catalán había finalizado un ciclo inigualable —por nivel de juego y títulos— y sus predecesores se habían quedado en el camino. Vilanova vivió una tragedia personal y el Tata Martino acabó siendo una elección inexplicable. Con el exentrenador de Roma y Celta en el banquillo del Nou Camp, el cuadro azulgrana recuperó su mejor versión. Luis Enrique tuvo la habilidad de aprovechar el trabajo de Guardiola y realizar sus aportaciones a un equipo que volvió a conquistar la Champions (ocho títulos de diez).
En su despedida del Barça, como hiciera Pep Guardiola, Luis Enrique Martínez argumentó que su salida obedecía a una simple cuestión de agotamiento. «El motivo es la manera que tengo de vivir esta profesión, lo doy todo. Esto significa muy pocas horas de descanso, de desconectar».
En la selección española, la exigencia será distinta, aunque Luis Enrique deberá aprender a convivir con una facción del madridismo que nunca le perdonará su pasado. Los mismos que disculparon a Florentino y Lopetegui. Ya le esperan...