Pocas veces el deporte balear se ha asomado a un escenario de este calado. Cuando todos pensábamos que la gesta alcanzada hace poco más de diez años por Jorge Lorenzo iba a sentar un precedente difícil de igualar, llegó otro piloto mallorquín para reventar todos los pronósticos y dar continuidad a aquel hito de 2010 en Sepang. La cita será en esta ocasión en Cheste y el protagonista no pilotará una Yamaha, sino una Suzuki en cuyo carenado luce un número 36 que, si las cosas no se tuercen, engrosará desde hoy esa selecta nómina de estrellas que han dejado su huella y han marcado una época al tocar el cielo, al coronarse campeones del mundo de MotoGP, o de 500 centímetros cúbicos si echamos más atrás la vista.
Joan Mir ha demostrado ser el más regular, el más constante. Y eso, en este deporte, eleva exponencialmente su valor. Huérfano de Marc Márquez, MotoGP puede entronizar hoy al nuevo monarca del motocilismo universal. Y volverá a ser mallorquín, nacido en una tierra prodigiosa a la hora de ver crecer a deportistas de leyenda. Y uno de los últimos exponentes de un motociclismo que no se cansa de dar alegrías. Empezó Lorenzo, le siguieron el recordado Luis Salom, el propio Mir, campeón mundial de Moto3 en 2017, y hace poco Izan Guevara, el próximo en llegar. Hoy será un domingo para la historia. El día de Mir.