Un Gran Premio, dos títulos, cinco candidatos, 4.005 metros de trazado y un montón de kilómetro por delante. Los tronos de MotoGP y Moto3 esperan dueño y el motociclismo balear se arremanga para disfrutar de un fin de semana inolvidable. De principio a fin. Por primera vez en la historia, dos pilotos mallorquines acuden al baile de final de curso con la posibilidad de ser investidos como los próximos reyes en sus respectivas categorías. A la espera de que los motores se pongan en marcha, Jorge Lorenzo, por un lado, y Luis Salom, por el otro, ya han empezado a recorrer mentalmente las catorce curvas (nueve de izquierdas y cinco de derechas) que marcarán a fuego su destino en Cheste. Entre ellas está la corona. Allí rodarán la carrera de sus vidas.
En la azotea del campeonato espera Lorenzo. Acampado en el segundo escalón de MotoGP, el piloto de Yamaha sabe que esta vez no va disponer del último turno de palabra, pero una resistencia heroica y esa presión a la que tiene sometido a Marc Márquez le han aplicado a la última prueba una carga de suspense con la que casi nadie contaba hace un tiempo. Al de Cervera, que gobierna con 13 puntos de margen sobre el isleño, le basta con atravesar la meta en cuarta posición para alzar el título al cielo de Valencia y ponerle el lazo a una temporada excelsa. En principio, el desenlace para Giorgio parece complejo. Más que nada, porque en el año de su bautismo el catalán está firmando una tarjeta impecable (6 primeros puestos, otros tantos segundos y tres terceros). Solo en Mugello y Phillip Island presenció la entrega de premios desde el suelo. Casi nada.
En cualquier caso, Márquez todavía no ha logrado perder de vista a la sombra de Lorenzo, que viene además de clavar su bandera en Australia y Japón. Y si uno tiene de su parte a los números, al otro le avala la experiencia, su recorrido en la cilindrada reina. La presión, un elemento fundamental en el juicio final, también está sobre los hombros del piloto del Repsol Honda Team, al que le toca protagonizar un desenlace muy similar al de 2006, cuando Hayden aprovechó una caída de Rossi para tocar el cielo.
Mientras tanto, en Moto3, se grabará un epílogo que seguramente tendría cabida entre la obra de Hitchcock. Luis Salom (300 puntos), Maverick Viñales (298) y Alex Rins (295) tiene el Mundial a tiro de piedra y cada uno de ellos depende de sí mismo para engancharse al título. El balear, que nunca se ha sentido demasiado cómodo en Cheste, quiere aprovechar esa bala que aún guarda en el cargador tras volver de Motegi. La gloria le reclama.