Saitama no es una pista más. Si te gusta el baloncesto, no podrás olvidar lo que allí pasó en 2006. Aquella calurosa mañana de septiembre en la que España se paralizó para ver cómo se conseguía algo tiempo atrás impensable. Y allí había un mallorquín, que quince años después vuelve a jugar en la pista que consagró a una generación y la lanzó hacia la inmortalidad deportiva.
El oro de Saitama, ahora el olímpico, es el reto que persigue el equipo de Scariolo en los Juegos de Tokio, con el desafío extra de encadenar cuatro citas en el podio, del que España no se baja desde Pekín 2008. Una selección con gran acento balear de la mano de tres de los artífices del bronce de Río: Rudy Fernández, Sergio Llull y Álex Abrines. El primero es uno de los contados supervivientes de aquel día y las sensaciones a buen seguro que se amontonarán al volver a pisar ese parqué.
Arranca la fase de grupos del baloncesto masculino para España. Y lo hace con el duelo, teóricamente, más asequible de este tramo. Delante estará el anfitrión, Japón (14:00, hora española), un oponente de rango inferior a lo que se avecina: Argentina -en la reedición de aquella final del Mundial 2006- y la Eslovenia de Doncic.
Un estreno enrarecido por la salida forzada de Juancho Hernangómez y en la que Rudy Fernández alcanzará dos nuevos hitos: sus quintos Juegos Olímpicos consecutivos, igualando al tirador Joan Seguí como el deportista balear con más presencias, y también se colocará entre los 7 jugadores que en toda la historia han logrado este hito en el baloncesto olímpico, un club en el que ingresarán en Tokio 2020, además del exterior isleño, el argentino Luis Scola y Pau Gasol.
En el emblema del equipo español, en su regreso oficial, estarán puestas muchas miradas tras mostrar un notable nivel físico y competitivo durante la fase de preparación de la que puede ser su última gran competición con la selección.
Japón, con el argentino Julio Lamas en el banquillo, es una amalgama de experiencia NBA, talento nacional y jugadores estadounidenses naturalizados que han ayudado a dar un paso al frente en el nivel del combinado anfitrión, que dista años luz del potencial de una España que no quiere sustos.
La salida de Juancho llevará a Scariolo a repartir más minutos y alternar posiciones, lo que podría beneficiar en el minutaje a Abrines, mientras que el papel de Rudy y Llull resulta incuestionable dentro de los esquemas del seleccionador.
Ganar para encarar el segundo tramo con el billete encarrilado es la premisa. Eso sí, el nuevo formato evitará cualquier tipo de sospecha sobre el devenir de los resultados, dejando en manos del azar el orden de los cruces, el primer gran objetivo de España, una vigente campeona del mundo que quiere poner un broche de oro a su mejor generación allí donde hace tres lustros todo empezó: Saitama.