Vienen semanas, meses movidos en la agónica carrera hacia los Juegos Olímpicos de Tokio. Parece que la historia vuelve a repetirse y ya hemos entrado en una fase de intercambio de rumores, declaraciones y desmentidos que no tienen buena pinta. En Japón parece que lo tienen claro muchos, pero el COI se muestra dispuesto a echar el resto con tal de no verse abocado a una cancelación de consecuencias catastróficas para el organismo.
Pero más allá de esos grandes intereses, convendría que, siempre al ritmo que marca la pandemia, se tuviera muy en cuenta a los verdaderos protagonistas del espectáculo.
Todos damos por hecho que, si hay Juegos, serán muy diferentes a lo que estábamos acostumbrados. Mandará la televisión, los protocolos serán extremos para la familia olímpica y la presencia de público se da casi por descartada.
Exactamente hoy faltan seis meses para la ceremonia de inauguración. De aquí al 23 de julio, vayan ustedes a saber qué pasará y dónde estaremos. Pero a quienes mandan en el mundo del deporte, únicamente se les puede pedir que piensen en ellos, que tengan presente la incertidumbre en la que viven muchos deportistas que llevan años, esperando estos Juegos. O aquellos para los que será su último tren olímpico. Por ellos, y por su salud, hagan lo mejor.