Austria se ha confirmado como la gran revelación de la primera fase de la Eurocopa. Así lo atestigua su primer puesto cosechado en un grupo durísimo en el que la suerte había emparejado a la 'Burschen' con dos campeonas de la competición como Francia y Países Bajos, además de la competitiva Polonia. Y buena parte del mérito de dicha proeza la tiene el visionario que ocupa su banquillo: Ralf Rangnick.
Este veterano técnico germano, considerado en Alemania como el padre del nuevo fútbol teutón y tronco central del árbol genealógico del que han brotado entrenadores como Julian Nagelsmann, Thomas Tuchel o Hansi Flick, ha esculpido su obra maestra en una selección que se presentó en el torneo sin grandes aspiraciones y que ahora sueña a lo grande.
Tras quedar eliminada en la última instancia clasificatoria al Mundial de Catar -Austria cayó en la semifinal de la repesca ante Gales-, Rangnick asumió las riendas de una Austria desilusionada pero cargada de talento.
Los Baumgartner, Sabitzer, Laimer y Arnautovic han explotado todo su potencial a la vera de este genio de los banquillos, y eso que no cuentan en este torneo vestido de corto con su líder espiritual, el capitán David Alaba, aunque el madridista está junto a sus compañeros esta Eurocopa como gran apoyo y está disfrutando de sus prestaciones.
Con un juego dinámico, ofensivo y sin especulación alguna, Austria ha afrontado todos y cada uno de sus partidos de la primera fase sin otra alternativa que buscar la victoria. La rozaron frente a Francia en la primera jornada, en la que un desgraciado gol en propia meta del exsevillista Maximilian Wöber les condenó a una injusta derrota.
Pero la decepción inicial no fue un lastre, sino un estímulo. En el segundo partido del grupo, frente a Polonia, en el que solo valía la victoria, Austria saltó al campo con unos «20 primeros minutos perfectos» -así los definió Rangnick- e impuso su superioridad en la segunda parte a lomos de Baumgartner para defenestrar del torneo a los de Lewandowski, que regresaba de lesión aquel día, y abrir la frontera de los octavos de final.
Y aún quedaba lo mejor. Pese a reservar a numerosos jugadores para la última jornada frente a Países Bajos por apercibimiento de sanción, Rangnick disfrazó a los suyos con el traje de la 'Naranja Mecánica' -la original, no esta de Koeman- y sometió por tres veces a los tulipanes para, aprovechando el tropiezo de Francia ante Polonia, enfilar la primera plaza del grupo D e ir por el lado amable del cuadro.
Su primer rival en los cruces saldrá del segundo puesto del grupo F, que de momento ostenta Turquía.
Será el próximo martes, en Leipzig, que, a buen seguro, estará poblada por la entusiasta afición austriaca, sus originales mosaicos y su simpática ola de saltos como ritual de apoyo. Dijo Rangnick, sondeado por Joan Laporta para el banquillo del Barcelona -lo reconoció él mismo-, al término del encuentro frente a Países Bajos que si alguien hubiera apostado a que Austria quedaría primera de grupo se habría hecho «rico». Vista la primera fase, suena a buen negocio el confiar en los alumnos que dirige este genial profesor.