Tras siete años de trayectoria y más de 15.000 beneficiarios en sus iniciativas, Fútbol para la Igualdad acumula premios y reconocimientos. Su coordinadora ejecutiva, Taty Ferrer (Río de Janeiro, 10-9-79), valora el trabajo realizado y la evolución, pero deja claro que queda mucho por hacer.
—¿Cuáles son sus objetivos?
—Normalizar la igualdad de género y la igualdad de oportunidades trabajando en el deporte base, en la sensibilización social, promoviendo modelos sanos y creando referentes en el sector femenino, donde más falta hacen ahora mismo. Becas, mentorías, ayudas directas... nadie debería quedar fuera del deporte. Hay que aumentar la presencia femenina, eliminar barreras y promover políticas de igualdad efectivas y con tolerancia cero hacia la discriminación. Creo que este camino conduce a un cambio cultural, a un deporte en el que la igualdad de género sea la norma y no la excepción.
—¿Qué problema han identificado como el más frecuente?
—Hay una lista larga. La falta de recursos: tenemos equipos con equipaciones que no serían admisibles en el ámbito masculino, por no hablar de lo caro que les resulta competir o de las pocas oportunidades de desarrollo que tienen. Ni ganando un Mundial hemos podido deshacernos de los estereotipos y de la percepción de que ‘éste no es un deporte de mujeres'. Es intolerable. Ese pensamiento lleva al desaliento, al ambiente hostil y al acoso que sienten muchas jugadoras. Por último, mencionaría la gran brecha existente en la visibilidad, los patrocinios y los roles de liderazgo y gestión que están copados por hombres.
—¿Y el más difícil de superar?
—El cambio de mentalidad. La mayoría de los obstáculos que nos encontramos son estereotipos arraigados, como si fueran verdades absolutas que nadie puede discutir. Creo que ser un referente social es dar un paso adelante, decir lo que no está bien y trabajar para eliminarlo, aunque hacerlo suponga arriesgarlo todo. Lograr una igualdad genuina pasa por vencer la resistencia al cambio.
—¿Qué piensa del ‘caso Rubiales'?
—Ha sido un conflicto revolucionario a muchos niveles. Condenamos lo ocurrido, pero, además, yo que tuve una relación profesional directa con el señor Rubiales, pienso que se ha equivocado tanto en sus acciones como en sus palabras y posteriores reacciones. No hubo saber estar, ni decoro, ni respeto y todo ello son síntomas del abuso de poder. Me entristece que el mayor logro en la historia de la absoluta femenina se vea empañado por quien tendría que haber sido el menor de los protagonistas.
—¿Cree que le puede venir bien al fútbol?
—Sí, aunque técnicamente pasemos por una época de turbulencias y consecuencias. Primero nos ha obligado a ver como se revictimiza a la víctima cuando no se está de acuerdo con su reacción a un abuso. Seguimos poniendo en duda el testimonio de quien sufre en vez del de quien ejerce el sufrimiento. Denunciar supone someterse a un escrutinio inadmisible y por eso lo ocurrido permite sentir que tenemos el apoyo para poner encima de la mesa todos los episodios de violencia invisibilizada y normalizada que se dan.
—Cualquiera diría que la selección ha vivido su mayor éxito...
—Mi sentimiento es de euforia impotente. Lo que se vivió es histórico, lo más bonito que nos había pasado. Tras organizar la retransmisión en Son Moix junto a Cort, fuimos testigos de la unión, la alegría, la magia del fútbol con hombres, mujeres, niños y niñas llorando de emoción...y, en ese momento, con la piel de gallina pensé en Patri Guijarro y no pude evitar enviarle un audio a ella y a su madre porque su lucha es y sigue siendo la de todas. No se trata de lo que está fallando ahora, si no de lo que ha fallado hasta el momento. Si ahora hay que celebrar y luchar, quizá la próxima victoria podamos vivirla como realmente debimos haber tenido el derecho a disfrutar esta.
—¿Cómo se nota la evolución en el fútbol balear?
—El ejemplo del fútbol sala es muy gráfico. Pasamos de la nada a diez equipos ¿No es una locura? El fútbol ha crecido y somos más visibles, las niñas sienten libertad para interesarse por el fútbol y sus padres las apoyan. Los clubes han mejorado su apuesta y las directivas empiezan a escuchar la opinión de las jugadoras.
—¿Considera que los hombres y las mujeres deben ganar lo mismo en el mundo del fútbol?
—¿Hablamos de una selección campeona del mundo? Por supuesto que sí, no tengo ninguna duda al respecto.
—¿Por qué hay cada vez más jugadoras pero hay pocas entrenadoras o dirigentes?
—Hay motivos sociales, culturales y estructurales. Es alentador ver como van aumentando las licencias y la participación de las mujeres en el deporte pero los roles de liderazgo y gestión siguen ocupados, en su mayoría, por hombres. Es esencial implementar programas de capacitación y políticas que permitan abrirnos paso.
—¿Qué le responde al que ve su asociación como un ‘chiringuito feminista'?
—Quien lo considere sólo demuestra lo necesaria que es nuestra asociación. En el mundo en el que vivo yo a nadie le podría ofender la promoción de la igualdad de género y oportunidades a través del deporte. La alergia a las palabras ‘feminismo', ‘mujeres' o ‘femenino' es el síntoma inequívoco del clima de desigualdad en el que estamos educando a nuestros hijos. Quien no quiere cambiar la realidad es porque se siente cómodo en ella. Ponernos a discutir a estas alturas si la discriminación de género es un problema real en el deporte me dejaría sin tiempo para seguir haciendo mi trabajo. Somos una asociación cien por cien sin ánimo de lucro y sin tiempo para discutir obviedades.