Un lustro después, el Atlético de Madrid regresa a San Siro con el mismo anhelo, con su irrenunciable ambición de la Liga de Campeones; entonces con la final perdida en los penaltis ante el Real Madrid y ahora con un partido crucial contra el Milan, al que visita hoy martes advertido por su momento, por el crecimiento de su rival y por la suma importancia del duelo.
«No me detengo tanto en ese momento (en el dolor por la derrota en la final de 2016 en San Siro), sino que me centro en el presente», despejó este lunes Diego Simeone, cuyo equipo está de nuevo bajo presión, porque aún no ha alcanzado un nivel ni siquiera reconocible; y porque el 0-0 de la primera jornada en casa contra el Oporto descubre aún más necesidad este martes: una victoria vislumbraría un futuro prometedor; una derrota lo complicaría todo.
El conjunto atlético todavía mantiene pendiente la recuperación del mejor Antoine Griezmann, sin goles ni transcendencia desde su reencuentro. El delantero francés será suplente en Milán. Al menos a eso apuntan las pruebas de Diego Simeone. Tal hecho describe del momento del atacante, en otra época titular indudable e indispensable en el conjunto rojiblanco en cualquier compromiso, más en un encuentro de tanta envergadura como el que le aguarda este martes a su equipo.
Tampoco se prevé de inicio ni a Joao Félix ni a Thomas Lemar, las dos altas del técnico para el choque; el primero después de dos partidos de baja por sanción y el segundo por lesión.