Desde hace unos meses, la Penya Arrabal vive un sueño. Habita sobre una nube el histórico club de Santa Catalina, que después de muchos intentos y de una temporada impecable recorre ahora las galerías de la División de Honor juvenil, el último territorio en el que, desde su fundación, todavía no había clavado su bandera rojinegra.
«Ahora toca pasarlo bien», mantiene su entrenador, Miguel Soler. «Nos hace falta consolidar la categoría e intentar salvarlo, pero estamos disfrutándolo todo lo mejor que sabemos», reconoce con una sonrisa de oreja a oreja. Tiene mucha faena por delante. Su equipo suma 11 puntos y pisa la zona roja, aunque esta semana, sin ir más lejos, se asoma a un duelo directo en casa contra el Stadium Casablanca, un equipo con el que está igualado en la tabla, y una victoria le llenaría los pulmones de oxígeno y la apartaría momentáneamente del fango.
Lo que también han comprobado tanto el entrenador como sus jugadores es que la salvación está en Can Valero. «Es nuestra pequeña bombonera. Solo hemos ganado un partido, porque se nos fueron otros dos que teníamos casi en el bolsillo, otro se nos complicó con expulsiones… Es evidente que aquí tenemos que ganar seis o siete partidos porque fuera es difícil».
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