Tres goles de contragolpe en la última media hora de Antoine Griezmann, Fernando Torres y Thomas Partey reforzaron en la segunda posición al Atlético de Madrid, vencedor contra Las Palmas (3-0), resistente una hora, pero doblegado por la destreza en la que mejor se mueve en ataque el equipo rojiblanco.
Una victoria esencial y reafirmante para el conjunto madrileño, reencontrado con el triunfo tres partidos después -el doble duelo de la Copa del Rey con el Sevilla y el empate con el Girona- y ya seis puntos por encima del Valencia, tercero, en la clasificación de la Liga, mientras aguarda algún tropiezo en el liderato del Barcelona.
Hay varios aspectos indudables en el actual Atlético, presionado por sus propios altibajos. En ataque, cuanto más veloz es la transición, cuando más vertical es la jugada y más terreno tiene para correr, cuando no dispone de una posesión casi siempre cansina, se multiplica en su ofensiva, incluso cuando no está Diego Costa.
Este domingo, cuando encontró esa virtud -menos de lo que la necesita-, salió rápido y pensó con toda celeridad en la portería contraria, desde el robo de pelota, apuntó primero y marcó después tres goles; cuando no lo hizo se perdió en pases intranscendentes sin destino, bien sujetado, acechado y presionado por Las Palmas.
Es su realidad ofensiva, como también que ahora le cuesta romper los partidos, sea cual sea el adversario y el escenario; unas veces porque le falta precisión, otras porque su rival le fuerza a un manejo de la pelota pausado, en el que no se siente ágil, y unas cuantas más porque no tiene la contundencia que tenía.
Todo eso contribuyó al empate sin goles al descanso en el Wanda Metropolitano, resumido en tres ocasiones del Atlético en el primer tiempo, una parada por Chichizola ante Gabi; otra excesivamente cruzada de Fernando Torres, en el once por la baja de última hora de Gameiro; y una más, la mejor, de Griezmann con un remate delicioso.
El recurso del internacional francés, un golpeo preciso, potente y precioso con el tacón derecho, a centro desde la banda derecha de Juanfran, se estrelló contra la cruceta; una luz en una sombría primera parte, estancada en las faltas, en el juego aéreo y en el ritmo de Las Palmas, también capaz de presentarse en el otro área.
Porque el Atlético, a la vez, ya no es ese equipo avasallador con la presión alta. Ni tampoco esa roca defensiva. Sigue siendo un bloque que mantiene soltura en la contención en torno a su área, pero también da más margen a sus rivales para irrumpir por ahí. Las Palmas lo hizo tres veces. En una apareció oportuno Correa para desbaratarla; las otras dos, con sendos intentos de Jairo y Tana, terminaron en nada.
El partido exigía entonces más del Atlético, colectiva e individualmente salvo contadas excepciones, porque hay futbolistas que rebuscan en la actualidad su mejor nivel. Uno de ellos es Koke, reemplazado al descanso por Yannick Carrasco. Control, toque y pase profundo por desborde y por verticalidad desde la banda izquierda.
Un giro en el equipo para agitar un encuentro aún distante de lo que quería el conjunto rojiblanco en el marcador, en el fútbol y en las oportunidades hasta que encontró el gol de la forma en la que mejor se desenvuelve, con un pase rápido al espacio y al contragolpe de Juanfran que llevó Griezmann hasta la otra portería.
Inalcanzable para su marcador en la carrera, con todo el espacio para correr hacia adelante, el atacante culminó casi 40 metros de esprint con un toque sutil, picado, ante la salida de Chichizola para abrir el triunfo a la hora de partido y desatar más ocasiones del Atlético: dos de Carrasco, otra de Griezmann...
También el 2-0, otro contragolpe de velocidad y precisión, que impulsó Griezmann, que pasó por Correa y que terminó en el gol de Fernando Torres para sentenciar en el minuto 72 el partido y la victoria, cerrada con el 3-0 de Thomas Partey, a servicio de Carrasco, también a la contra, como mejor ataca este Atlético.