El presidente del Real Madrid Florentino Pérez fichó a José Mourinho con un objetivo: acabar con la hegemonía del mejor Barcelona de la historia. En año y medio, el reto del técnico portugués se ha convertido en obsesión. Un solo pulso ganado, la última final de la Copa del Rey. El resto, decepciones. Mañana, a las 20.00 horas, tendrá una nueva oportunidad...
Estuvo a un paso de regresar a la casa donde conoció de primera mano el fútbol español. En Barcelona, un joven Mourinho hizo un máster acelerado de fútbol de elite como segundo entrenador y traductor de Bobby Robson.
Tras ganar títulos en todos los países donde entrenó, Oporto en Portugal con una histórica conquista de Liga de Campeones, Chelsea en Inglaterra e Inter de Milán de Italia, la animadversión con el Barcelona comenzó a días de fichar por el Real Madrid.
Semifinales de Liga de 'Champions' en el Camp Nou, fulminando el sueño de los hombres de Guardiola de ganar el título en la final del Santiago Bernabéu. Allí, celebrando la eliminación del equipo al que estuvo a un paso de volver.
Mourinho es la gran motivación del Barça. Los clásicos los lleva al límite. Una línea que en ocasiones sobrepasa, como cuando metió el dedo en el ojo a Tito Vilanova en una trifulca en la vuelta de la Supercopa de España el pasado verano.
Una tensión que a veces se contagia, como le ocurrió a Pep cuando en la ida de las semifinales europeas de hace un año, le señaló como «el puto amo» de las salas de prensa y le invitó a demostrarlo en el césped.
Sobre el verde, Mourinho ha ido alimentando decepciones. Variando planteamientos. Cambiando dibujos tácticos. Buscando la fórmula de parar el fútbol de toque del Barcelona. Solo lo consiguió una vez. En Mestalla, en la prórroga de final de Copa. Con el portugués Pepe como medio centro. Gracias a un testarazo de Cristiano Ronaldo que le otorgó su único título en el banquillo blanco.
Ese cambio de estilo a cada clásico llegó condicionado por un resultado que le marcó. El 5-0 del primer duelo en el Camp Nou. La derrota más abultada de su carrera deportiva. Salió a competir de tú a tú y demostró que con las mismas armas no se podían medir a los de Guardiola.
Tras nueve enfrentamientos ante el Barcelona, el equipo que más veces le ha derrotado en su carrera, y un solo triunfo, el clásico del fútbol español es vital para Mourinho que entiende que ha llegado el momento de poner un punto y aparte al ciclo del rival eterno del Real Madrid. Es su gran reto convertido en obsesión.