El seleccionador nacional de fútbol, Vicente Del Bosque, reitera en cada ocasión que puede que España no puede considerarse favorita, pese a que entienda la ilusión con la que la afición aguarde el Mundial de Sudáfrica.
«Hay un pensamiento generalizado de que lo normal es que España gane, pero no es así. Hay 31 rivales y algunos de ellos tienen tan buen nivel o mejor que el nuestro, e incluso antecedentes mejores», recuerda, en una entrevista a 'DT', que recoge Europa Press.
«Estamos bien --añade--, pero un Mundial es algo especial. Hay que saber jugarlo y el equilibrio en el fútbol es máximo. No te puedes confiar ni con Honduras porque sería poner la primera piedra para fracasar. Nosotros somos nuestros peores enemigos.
De todas formas sí cree que «ahora es el momento» de que España pueda ganar el Mundial, aunque no quiere establecer la línea entre el éxito y el fracaso en Sudáfrica. «Creo que tras el Mundial es cuando se podrá hacer una valoración, en función del resultado, pero también de los factores que influyeron en el mismo. Pongo un ejemplo: tras el Mundial de Alemania, al que se llegó a través de la repesca, y donde se cayó en octavos de final, se siguió la misma línea de trabajo y, gracias a ello, dos años después se ganó la Eurocopa. Eso demuestra que ganar es importante, pero también tener una línea de trabajo adecuada», explica.
El salmantino, que cree que sería «un contrasentido que a la selección no la entrenase un técnico español», y más habiéndolos «muy buenos», considera que para el puesto se requiere «no dar muchos bandazos, obrar con justicia y ser neutro de palabra y de hecho, más una idea de juego y un sistema adecuado». «El fútbol es puñetero y cruel, pueden llegar momentos malos y espero saber estar a la altura», confiesa.
Por eso, desde que llegó al cargo, quiso que los futbolistas vieran en él a una «persona cercana, que no tenía grandes recetas para cambiar lo hecho y que era respetuoso con lo que se había conseguido». «A partir de ahí, tenía que hacerles ver que no debían mirarse el ombligo, sino pelear por mantener ese nivel y lograr retos aún más importantes. Les dije que estaba aquí para ayudarles a conseguirlo», prosigue.
Así, apostó por llevar a los jugadores según sus méritos, aunque
«es cierto que en algún caso los antecedentes cuentan», pero no el nombre, como se vio en el caso de Raúl. «Cuando llegué al cargo, me planteé llamarlo porque entonces era titular en el Real Madrid y marcaba goles, pero nunca por el nombre», asegura.
Por su posición en el campo como jugador se compararía con Sergio Busquets y reconoce que le haría especial ilusión medirse Brasil, «que para eso son los padres del fútbol».
De cara al futuro, destaca que «si no ocurre nada raro» seguirá «hasta después de la Eurocopa de 2012», pero reitera que su marcha de la selección será también su retirada de los banquillos, ya que sigue sin plantearse su vuelta al Real Madrid, «ni como entrenador ni en ningún otro cargo».
«No son buenos tiempos para los técnicos. Ahora hay una debilidad del entrenador, que casi no está tranquilo ni el que gana. Además, la presión de un club es maratoniana. No meter la pata ante los medios de comunicación ya es un triunfo cada día», apunta.
Sin embargo, sí defiende a los jugadores de las críticas sobre su ego. «Sobre eso hay más leyenda que otra cosa. Con todo el show que les rodea, son gente muy sencilla y educada. Por ello, no creo que sea necesario vender esas etiquetas de entrenadores con mano dura. Hay que ser justo y poder entrar en el vestuario sin tener que mirar para abajo», sentencia.