Se han enfrentado en más ocasiones desde entonces, han zanjado sus cuitas y dicen que es cosa del pasado, pero cualquier partido en el que participen Diego Simeone y David Beckham recupera el recuerdo de aquella noche del 30 de junio de 1998, en Saint Etienne, cuando el capitán argentino logró la expulsión del «Spice Boy». Una acción en el centro del campo, una treta que le salió bien a Simeone, que exageró el daño que le hizo la patada de Beckham en respuesta a una entrada suya, se convirtió en el eje central del encuentro, un hecho que ha sobrevivido al paso del tiempo. Porque Beckham tuvo que cargar durante cuatro años con la culpa de la eliminación de su selección, pese a que su expulsión se produjo en el primer minuto del segundo tiempo y el equipo de Glenn Hoddle no cayó sino en la tanda de penaltis, tras aguantar 70 minutos con un hombre menos.
«Diez heroicos leones y un chico estúpido», tituló entonces el Daily Mirror y hasta el dueño de un pub de Brighton se mostraba dispuesto a demandar a Beckham por «daños y perjuicios». Acosado por todos, el «Spice Boy» llegó a pensar en abandonar el fútbol inglés, y, casi de la mano del psicoanálisis, utilizó un partido de la Liga de Campeones entre el Manchester United y el Inter de Milán, en marzo de 1999, para enfrentarse a todos sus fantasmas. Un día después de que el propio Simeone admitiese que fingió en Saint Etienne «para transformar en tarjeta roja lo que tenía que haber sido amarilla», el centrocampista inglés decidió intercambiar su camiseta del Manchester con la de su rival argentino.
«Creí que era un gesto bonito. Había muchas historias en la prensa antes del encuentro y muchas personas han dicho cosas sobre mi persona. Dejé que ellos escribieran lo que quisiesen y ahora creo que todo es parte del pasado», declaró entonces. Asunto zanjado, o así lo creyó, hasta que el destino le hizo pasar el mismo examen, recuperar el recuerdo cuatro años después. De nuevo en un Mundial y otra vez contra Argentina. En Japón, sin embargo, era un jugador más maduro, seguro de que no iba a responder a ninguna provocación. «Aquella experiencia, al menos, me sirvió para convertirme en el futbolista y la persona que soy ahora. No me refiero tanto a haber mejorado dentro del terreno de juego, sino más bien fuera de los estadios, como persona. No quiero que ningún jugador de la selección pase por lo mismo por lo que yo pasé», dijo.