Francisco Àvila (Efe)|BARCELONA
La confirmación de Louis van Gaal al frente del equipo,
circunstancia que se produce por segunda vez en apenas un mes, es
la solución ofrecida por el presidente Joan Gaspart a este nuevo
revolcón de su equipo (2-4), una decisión contraria a los intereses
de la grada, que reclama medidas más contundentes para salir
adelante.
A los problemas deportivos, se le han sumado ahora otros de orden público y de carácter social. Los seguidores, que animaron en todo momento al equipo y reconocieron el esfuerzo de los jugadores, centran sus críticas hacia Van Gaal y por extensión a Gaspart, pero nadie acaba de ver claro qué ocurrirá en el seno del club en los próximos días.
La crisis es de tal calibre que llueve sobre mojado. Si el equipo no anda bien, pierde; si existen problemas de seguridad y se plantea un nuevo plan para eludir conflictos, los aficionados radicales (los «Boixos Nois») dan la razón a aquellos que aseguran que el Camp Nou -que está pendiente de clausura por dos partidos- cada vez es más inseguro, especialmente tras las agresiones sufridas por los periodistas al término del encuentro ante el Valencia.
Y cuando ingredientes de alto voltaje se mezclan, el cóctel es muy peligroso. Gaspart ofrece una sensación de duda permanente. Desde que se hizo cargo de la entidad no se ha distinguido por tomar decisiones trascendentes y cuando lo ha hecho, como cuando decidió la vuelta de Van Gaal, tampoco ha estado demasiado afortunado.
Se asegura que el verano pasado Gaspart se sacó de la chistera el retorno de Van Gaal. Esa iba a ser su «idea general», comparable a la que en su día ofreció José Luis Núñez cuando, en contra de la decisión de la grada, mantuvo a Johan Cruyff y luego el Barcelona firmó su quinquenio más prodigioso.
Ahora, el presidente ya ha gastado muchos cartuchos. Mantiene a Van Gaal porque no tiene nada mejor a mano, ha tenido que remodelar íntegramente la nómina de vicepresidentes, quienes le han abandonado, y ha estado a punto de ver cómo triunfaba una iniciativa para forzar una moción de censura contra él y su directiva.Si en plenas fiestas navideñas Iván Carrillo, otro de los opositores, no triunfó en su intento -dice que se quedó a doscientas adhesiones-, ahora otros colectivos con mayor poder de convocatoria podrían volver a la carga, ya que ninguno de los opositores a Gaspart (Lluís Bassat, Ramon Fusté, entre otros) ha movido ficha hasta el momento.
Se asegura que si las diferentes tendencias opositoras se pusieran de acuerdo, se podría plantear una nueva moción de censura en poco tiempo, especialmente cuando desde hace meses circulan encuestas en los que los índices de popularidad de Gaspart están bajo mínimos.
Las críticas también se extienden al terreno económico. Se han demostrado los problemas de tesorería del club a raíz de la venta de una parte de terreno que el club tiene en Sant Joan donde construirá su ciudad deportiva.
En todo caso, Gaspart ha repetido que no está dispuesto a dimitir y centrará sus esfuerzos en la próxima asamblea extraordinaria de compromisarios, una reunión prevista para marzo y planteada como un referéndum a su gestión.
Todo ello está encaminado a ganar tiempo y esperar que la buena racha en Europa continúe, aunque el próximo rival en la Liga de Campeones, el Inter de Héctor Cúper, podría poner al Barcelona en evidencia.
Y mientras, muchos recuerdan unas manifestaciones de Johan Cruyff, un referente en la sombra del barcelonismo, que cuando se le pidió que analizara la situación se preguntó: «¿Qué tiene que pasar en el Barcelona para que finalmente pase algo?».Esa misma pregunta se le hizo a Van Gaal tras la derrota del Valencia y el entrenador rehusó contestarla. Gaspart mantiene silencio y parece no tener soluciones. Lo cierto es que en el ecuador de la Liga, el Barcelona está ya a diecisiete puntos de la cabeza y lo único seguro es que no acudirá al mercado de invierno para reforzarse.
El único punto de apoyo que les resta a los barcelonistas es la Champions League, y tal vez sea la única vía directa para la clasificación para competición europea que le resta a un conjunto hundido en las miserias de una competición que le ha puesto contra las cuerdas. La afición ha dictado sentencia y ahora la papeleta vuelve a ser para un Joan Gaspart desacreditado ante una grada crispada y que reclama a gritos la entrada de aire fresco.