El verano de 2002 será recordado como una estación atípica en muchos sentidos, no sólo por lo climatológico o por la escasa ocupación hotelera, también será recordado como el verano donde los clubes de Primera División menos han invertido en fichajes. No hay dinero, por no haber, no hay ya ni derechos de televisión con los que avalar futuras operaciones, ya que esta idea la tuvieron varios equipos años atrás y ahora este recurso ya no es aceptado por nadie.
La recesión económica no ha perdonado a nadie y, por ahora, es el Deportivo de A Coruña con 22 millones de euros invertidos, quien más ha echado mano de la caja. El Barça ha invertido sólo en Riquelme y el Real Madrid ni eso, trabajo suficiente tiene para descargar lastre antes de ir, por ejemplo, a por Ronaldo. El Real Mallorca, pese a la época de vacas flacas, no se ha quedado quieto y ha echado imaginación al proyecto. Lozano y Poli llegaron con la carta de libertad, Lussenhoff aterrizó en calidad de cedido y la inversión más grande fue la realizada por David Cortés, que costó 400.000 euros. Si a la hora de comprar la entidad presidida por Mateo Alemany ha chocado de frente con precios prohibitivos, el Mallorca no se ha quedado atrás a la hora de pedir.
Albert Luque es la estrella del mostrador y su precio, quince millones de euros, es lo que deberá desembolsar el Deportivo de A Coruña si quiere hacerse con la joya del Real Mallorca. El mercado de fichajes está tocando a su fin y a las pocas operaciones realizadas hay que unir la fuerte entrada de la especulación. Los medios se han convertido en el altavoz de representantes que quieren vender a sus jugadores, en el catálogo de los clubes que muestran sus productos y en el recurso de un puñado de jugadores que encuentran en las páginas de los periódicos la oportunidad final para no caer en el olvido. En eso el verano también ha sido cruel.