Ser, o no ser, es la cuestión que se planteará mañana la Procampo. El edificio de la ONCE albergará mañana a partir de las 17.30 horas la asamblea que decidirá el futuro del Estadi Balear. Se cumple un año desde que Cort decretó su cierre por riesgo de derrumbe y los propietarios tienen una cita para poner en marcha la reforma o despedirse de un recinto con 54 años de historia.
El máximo responsable de la Procampo, Fernando Miró, tiene claro que el cónclave de mañana es la última oportunidad de dar forma a un proyecto que permita recuperar la instalación. «Tenemos que apelar a la conciencia de los accionistas y de los aficionados porque estamos hablando de salvar el Estadi Balear», asegura.
Miró tiene previsto plantear una derrama a los poseedores de los 2.000 títulos que dan forma a la Procampo y solicita la mayor participación posible para conseguir consenso después de haber identificado al grueso de accionistas. El presidente de la Procampo comenta que los propietarios que paguen obtendrán un carnet de socio para una serie de temporadas aún por determinar y confía en alcanzar una cifra que conceda garantías.
Proyecto
El presupuesto de la reforma ronda los 600.000 euros y la Procampo dispondría de facilidades de financiación de la mano de la empresa encargada, Eurolosa. Miró también mantiene varias líneas de negociación que permitirían aliviar la carga sobre los poseedores de títulos. La posibilidad de ubicar unas pistas de pádel, un bar anexo, comercializar el nombre del estadio y la utilización para otros acontecimientos son algunas de las iniciativas que están sobre la mesa. No obstante, todas ellas precisan garantías.
Los responsables de la Procampo advierten que mañana se solicitará dinero para poner en marcha la reforma, pero que una negativa de la mayoría dejaría en el aire la posibilidad de que en el futuro se les reclamara una cantidad mayor para hacer frente al derribo.
Cabe recordar que el proyecto de reforma contempla la conservación de la tribuna cubierta con la pertinente adecuación y sustitución de las vigas y propone el derribo del resto de las gradas para dejar una altura que rondaría los cinco o seis escalones. Los escombros se reutilizarían para convertirse en el apoyo de las gradas.