No es un oro más. El valor del título continental logrado por la selección española de baloncesto en una agónica final ante la anfitriona, Francia (70-69) lo es añadido para una mallorquina que colecciona metales para dar forma a un palmarés espectacular. Alba Torrens Salom (Binissalem, 1989) ha pasado en un año de no saber cómo respondería su rodilla tras una grave lesión a hacer historia para el deporte balear. Con 23 años, el Europeo absoluto se une a los cadete y júnior, a la Euroliga y el MVP logrados con el Perfumerías Avenida, el cartel de Mejor Jugadora Europea de 2011, su diploma olímpico de Pekín y el bronce mundialista de 2010. Ahora, a corto plazo el Galatasaray y a medio los Juegos de Río, con la puerta de la WNBA abierta (fue drafteada por las Connecticut Sun), centran las ilusiones de la mejor baloncestista mallorquina de toda la historia.
—¿Es consciente ya de lo que han conseguido?
—Esto es un sueño hecho realidad, una demostración de que lo que pasó hace dos años fue un mal día. Y hemos vuelto de la mejor manera, ganando el partido soñado, ante Francia, la gran favorita, y cumpliendo con la responsabilidad de hacerlo bien.
—¿Se han sacado la espina del Europeo de 2011?
—Aquello fue un golpe duro, porque además nos quedamos fuera de los Juegos de Londres. Era la oportunidad para reivindicar el talento de este equipo y despedir a Amaya (Valdemoro) y Elisa (Aguilar) de la mejor manera. Hemos vivido una década espectacular, y no merecíamos que se nos recordara por lo que pasó entonces.
—Ahora, se les exigirá más, comenzando por el Mundial, en el que defienden el bronce...
—Allí iremos con ganas de igualar, y si puede ser, mejorar la medalla. Pero sabiendo que delante tendremos a las grandes rivales del Europeo y a otras como Brasil, Australia o Estados Unidos que nos lo van a poner muy, muy difícil. Más si cabe.
—¿Qué se le pasó por la cabeza cuando acabó la final?
—En un principio, no piensas más que en la alegría por haber ganado. Era feliz, podía decir que era campeona de Europa y junto a un gran equipo.
—¿Podía imaginar en algún momento un final así?
—Resulta complicado pensarlo. Hace un año era un momento duro para mí, tenía dudas por saber si podría volver a jugar al mismo nivel de antes de la lesión. Y creo que este Europeo es el punto y final a mi recuperación. Este oro compensa todo lo que he sufrido.
—¿Se siente privilegiada de ser parte de esta generación?
—Es una suerte, tanto por las que estaban antes, como las que forman ahora el grupo, y no olvidemos que hay gente que llega fuerte por detrás. Este equipo se ha levantado, venía de ser noveno, quedarse fuera de los Juegos y jugar una previa, y ahora somos campeonas. Eso demuestra la fortaleza mental, ilusión y ambición que teníamos.
—Y con el Galatasaray le quedan retos por cumplir.
—Allí estoy a gusto y me han ayudado mucho. Tenemos el reto de la Liga y la Euroliga, pero ahora quiero descansar, ha sido un año largo.