La Copa del Mundo volvió a desatar la locura por 'La Roja'. Las calles de Palma se llenaron de aficionados el día que Iniesta acabó con la resistencia holandesa y ayer el trofeo que Iker Casillas zarandeó al cielo de Sudáfrica aterrizó en Palma para despertar de nuevo la pasión por la selección. El trofeo volverá a estar hoy a disposición de los aficionados en el Gran Hotel, pero ayer la jornada festiva superó las expectativas.
En el aeropuerto de Son Sant Joan comenzó la locura entre la tripulación y los trabajadores del aeropuerto, pero nada comparable a la expectación que ya generaba el trofeo en el Consolat de Mar. La cola que arrancaba en la puerta de la sede del Ejecutivo autonómico no paró de crecer hasta alcanzar la Avinguda Antoni Maura durante la estancia que se prolongó desde las 10.00 horas y las 16.30.
Sin embargo, desde las 9.15 horas se concentraron aficionados en el Consolat de Mar, donde el trofeo conquistado en Sudáfrica llegó a las 10 en brazos del delegat de la Presidència per a l'Esport, Diego González, que había recogido el testigo del responsable de la iniciativa, Miquel Bestard. El presidente de la Federació de Futbol de les Illes Balears (FFIB) se encargó de subir al avión que trasladó el trofeo a Palma y que ya agolpaba aficionados en el Passeig Sagrera, donde curiososo y turistas se sorprendían por la multitud que se agolpaba en la acera.
Las esperas alcanzaron las dos horas, pero la satisfacción de posar con el cetro del fútbol mundial y acariciarlo era recompensa de sobra. «Llevaba más de 40 años esperándola, así que no me pasa nada por esperar dos horas», decía uno de los muchos aficionados ataviados con 'La Roja'. Pequeños, mayores y familias compartieron ayer esta ilusión. «A lo mejor no vuelve nunca», comentaba otro. «No me voy a lavar la mano», comentaba a sus amigos uno de los primeros jóvenes en tocar la Copa del Mundo, un trofeo capaz de generar una enorme sensación de felicidad que se reflejaba en los rostros de todo el que la tocaba.