El Bàsquet Mallorca ha iniciado el año con viejos problemas. La falta de liquidez del club isleño se hace palpable de forma mensual, ya que la lucha con la calculadora y el calendario impide que los profesionales tengan sus cuentas al día.
En unos días la entidad que preside Antoni Ramis responderá con el pago de la nómina de diciembre, pero en poco después volverá a encontrarse con la necesidad de afrontar un nuevo desembolso con sus jugadores. Un desembolso al que no podrá hacer frente de manera inmediata tal como reconocen los responsables de la entidad. Así las cosas, el plantel naranja se ha habituado a convivir con los retrasos.
La plantilla conoce la situación y se ha visto obligada a aceptar una fórmula que está supeditada a las subvenciones insitucionales. El compromiso de la plantilla con el proyecto y la confianza que ha generado el equipo directivo entre los jugadores ha permitido que el Bàsquet Mallorca no sólo se mantenga a flote, sino que los pupilos de Xavi Sastre tengan prácticamente apalabrada la permanencia en la segunda categoría del baloncesto español.
La presencia en el vestuario de hombres como Joan Riera, Marc Blanch, Berto Alzamora, Israel Pampín o Carles Bivià propicia que la situación sea bien llevada por todos los integrantes de un conjunto que se ha erigido en el máximo anotador de la categoría y una de las sensaciones del curso por un estilo de juego que le ha llevado a merodear las posiciones que dan acceso a disputar el play off por el ascenso.
Los responsables del club trabajan en la búsqueda de apoyos en el sector privado para intentar disponer de un mayor margen de maniobra. Las subvenciones institucionales siempre llegan, pero su ingreso no siempre se ajustan a las fechas de los clubes, que prácticamente han convertido el dinero público en el único sustento de sus cuentas teniendo en cuenta que la fuga de patrocinadores motivada por la crisis ha supuesto un importante revés a todos los proyectos.