El matrimonio, tradicionalmente considerado como la culminación de una relación amorosa, está perdiendo popularidad en sectores importantes de la población. Una nueva tendencia conocida como «misogamia» está ganando terreno entre quienes deciden alejarse del concepto de matrimonio, incluso aunque mantengan relaciones sentimentales. La misogamia no implica aversión al amor o a las relaciones de pareja, sino un rechazo específico al matrimonio como institución.
La palabra misogamia tiene raíces griegas, combinando misos (odio) y gamos (matrimonio), y su historia se remonta al siglo XVII. Si bien la tendencia no es nueva, hoy en día cobra relevancia debido a los cambios sociales y culturales. Muchos individuos ven el matrimonio como una estructura que limita la libertad personal o como una fórmula obsoleta en tiempos en los que la independencia y el crecimiento individual se valoran más que nunca.
Un cambio en las actitudes hacia el compromiso
De acuerdo con el Observatorio Demográfico del CEU, hasta el 50% de los matrimonios en España acaban en divorcio, lo que ha llevado a muchos a desconfiar de la idea de casarse. Además, este mismo estudio revela que gran parte de la población joven y de mediana edad no tiene interés en pasar por el altar.
Este rechazo no se debe únicamente a experiencias negativas o frustraciones relacionadas con el matrimonio. La misogamia puede surgir de la percepción de que el matrimonio es innecesario para mantener una relación significativa. Para algunos, el compromiso formal se asocia con presiones sociales, familiares y económicas que prefieren evitar. Esto, sumado al aumento de la autonomía de las mujeres y la menor dependencia económica de una pareja, ha facilitado que más personas opten por relaciones amorosas sin el peso del matrimonio.
La misogamia no es incompatibilidad con el amor
Es importante destacar que la misogamia no implica un rechazo a las relaciones de pareja. Quienes se identifican con esta tendencia pueden mantener relaciones estables, pero optan por no formalizarlas bajo los parámetros tradicionales del matrimonio. La elección no es radical, sino una forma de vida que se está volviendo cada vez más aceptada en la sociedad actual.
Los que no quieren casarse son principalmente los hombres. La ingeniería social ha hecho que las mujeres sean, por lo general, unos seres caprichosos, desagradables, difíciles de aguantar y tremendamente egocéntricos. Por otro lado, las leyes feministas han dado el poder a las mujeres de accionar el botón rojo nuclear contra cualquier hombre cuando les venga en gana. Hoy día, relacionarse con una mujer es como pasearse por un campo de minas. No hay ningún incentivo lo suficientemente atractivo como para que merezca el riesgo, y muchísimo menos casarse con una mujer. Todo lo anterior lo digo por experiencia propia y por las experiencias de decenas de conocidos. Finalmente, para esos momentos de debilidad y de necesidad, siempre está la autoestimulacion y la posibilidad de ponerse en manos de profesionales.