«Te daría mi vida entera», «yo te quiero más que nadie» o «sin ti me muero» son algunas expresiones habituales entre las parejas. Sin embargo, la coach de salud Marga Almarcha advierte que «en las relaciones afectivas es fácil confundir el dar mucho con el dar bien, cuando realmente no tiene nada que ver». En este sentido, explica que «las relaciones afectivas se construyen en muchas ocasiones desde el anhelo de querer formar parte de la vida de la otra persona. Sin embargo, en esa necesidad de compañía y de compartir, podemos correr el riesgo de acortar el camino y vernos envueltos en dinámicas que nos lleven a confundir realmente lo que estamos sintiendo: amor o dependencia emocional».
Almarcha expone que «la sociedad nos pone delante un montón de ideas preconcebidas de cómo deben construirse las relaciones y, posteriormente, nos topamos con la realidad: relaciones donde continuamente se confunde dar mucho con dar bien. Ese momento de inflexión es el que te puede hacer darte cuenta de que todas esas ideas de amor romántico, que han estado pululando en nuestro inconsciente colectivo, ya no tienen validez en un mundo donde la inteligencia artificial es capaz de poner palabras a todo lo que la imaginación no llega, pero no a los actos de las personas».
En su opinión, «vivir abnegado por la otra persona, siendo complaciente, queriendo cubrir continuamente sus necesidades y queriendo ser omnipresente ya no representa el referente de querer bien, aunque a priori lo parezca. Muy al contrario, es una muestra de que se han dejado de poner límites y fronteras a uno mismo dejándose en muchas ocasiones en segundo o tercer plano, asumiendo un coste, en muchas ocasiones, elevado».
La coach asegura que «de nada sirve dar tanto si luego cuesta hablar desde la emoción, mostrar debilidad, no saber mantener conversaciones incómodas, no hablar pensando que así los problemas no existen… cuando, en el fondo, eso es lo que nos hace ser humanos y generar vínculos de confianza y de cuidado con la otra persona».
Almarcha avisa que «las idealizaciones hacen que, en ciertos momentos, se pueda perder la perspectiva y el ansiado 'nosotros' se confunda en un baile de identidades donde ambos no lleven el mismo ritmo. El problema es que, ante el miedo a la pérdida o a la soledad, se continúa bailando, mientras se deja de cuidar aspectos importantes de la relación como la comunicación, la comprensión, la empatía, el hacer cosas juntos, el sexo, etc. Todas ellas, son partes necesarias para que ese vínculo se mantenga sano». En este punto, expone que «bajo el sentimiento de culpa nos envolvemos como una forma de autoengaño que solo sirve a corto plazo, porque si lo proyectamos a largo plazo solo nos regala la frustración de saber que en el fondo no estamos queriendo bien».
¿Cómo querer bien?
«No es tan difícil querer bien y tenemos la oportunidad a diario para poder revertir la situación si realmente queremos poner en valor ese amor que decimos que sentimos», defiende la coach. Para ello, sostiene que «es importante poner atención en la forma que se tiene de relacionarse en rol de pareja, amigo o amante. Desde ahí, podemos identificar fácilmente cómo son nuestros patrones relacionales y qué es lo que nos interesa cambiar para ir adaptándonos al ritmo cambiante de la relación», explica.
Almarcha señala que «construir relaciones basadas en quererse bien pasa por estar abiertos al cambio y al cuestionamiento propio, sobre todo cuando hablamos de poner foco en lo que es necesario cambiar para ir evolucionando a medida que la relación lo requiere. Esto pasa por aprender a que escuchar sin juicio, ya que así se podrá comprender mejor el mensaje que nos quiere hacer llegar la otra persona. De este modo, se evita caer en malinterpretaciones porque se está más pendiente de contestar que de comprender».
Otra de las claves para querer bien es «ser capaz de mostrarse vulnerable y hablar con el corazón en la mano, puesto que así se abrirá la puerta para que la otra persona también se muestre tal como es y no tenga que ponerse la careta de 'nada me afecta' para mantener el status quo, el cual muchas veces correrá el riesgo de romperse por insostenible a largo plazo».
Además, insta a «ser honestos y coherentes con la realidad que se está viviendo para poder corregir aquello que dificulta la conexión y que genera que las cosas se compliquen. Afrontar, como equipo y de la mano, las diferentes embestidas que la vida nos regala como muestra de que formamos parte de ella. Así como, aceptar que hay responsabilidades en la pareja que tienen que ser sostenidas por ambos, de forma equilibrada y con apoyo mutuo, generando un escenario de realidad compartida donde ambos se sientan vistos en igualdad». Por último, recomienda «disfrutar de momentos en común, con risas y silencios». Sin embargo, subraya que estos últimos no deben caer como una losa, si no que han de ser interpretados como una «forma de presencia». «Querer bien va más allá de dar mucho; va de saber dar desde el corazón, con humildad y en un continuo aprendizaje», concluye Almarcha.