Con el calor es habitual ducharse frecuentemente para sentirse limpio y renovado. Una refrescante ducha parece el antídoto perfecto contra el sudor. Sin embargo, en algunas ocasiones, es precisamente ese baño la causa de la transpiración. La sudoración es un problema que le afecta a todo el mundo y no hay nada de lo que avergonzarse. Se trata de un mecanismo natural para regular la temperatura corporal. El vapor del agua caliente se suma a los grados de la ducha y hace que aumente la humedad y la temperatura del baño, como consecuencia, se multiplica el calor en el cuerpo, que hace que sudemos.
Asimismo, al salir de la ducha, secar el cuerpo frotándolo agitadamente con una toalla puede provocar que volvamos a sudar a causa de la fricción. Por lo tanto, es recomendable dejar que el cuerpo se seque solo, de este modo la temperatura se autorregulará. Por otro lado, si la ducha es después de una sesión de ejercicio físico, lo ideal es esperar unos 20 minutos hasta que la temperatura corporal descienda. Puedes aprovechar ese tiempo para estirar hasta que el ritmo cardiaco vuelva a la normalidad.
Paralelamente, la temperatura del agua también puede ser el motivo de la transpiración. Ducharse con agua caliente impide al organismo liberar el calor interno. Por otro lado, el agua fría tampoco es la solución, al principio puedes sentir alivio, pero en realidad se cierran los vasos sanguíneos de la piel e impiden que el calor interior salga al exterior. Por lo tanto, el agua tibia es la mejor alternativa. De manera similar, puedes empezar la ducha con agua caliente e ir reduciendo la temperatura cada 10 segundos.