El donostiarra Igor Rodríguez es una de las referencias nacionales en la cocina de pintxos y tapas. Fue campeón de España de la especialidad en 2017 y subcampeón en 2021; finalista en el campeonato mundial de 2018 y campeón de España de tapas marineras en 2015. Además, atesora un notable número de galardones como ganador del Tapalma en la última década. Formado en la Escuela Superior de Cocina de Guipúzcoa, empezó en Mallorca con su paisano Koldo Royo en el restaurante Porto Pi; después en Tahini, y en los desaparecidos Ummo y Bite. Con esas credenciales, era predecible que quisiera regentar su propio restaurante. Fue una agradable sorpresa cuando hace ya un lustro abrió, al lado de la iglesia de Santa Eulalia, El txoko de Igor Rodriguez. Pero -como tantos otros-, no pudo soportar el impacto de la pandemia y lo que tanto prometía, desapareció a los pocos meses.
Afortunadamente, el mundo de la restauración y sus protagonistas tienen una resiliencia envidiable, e Igor reapareció un tiempo después en la calle Brondo con Bandarra, especializado también en lo que mejor sabe hacer: tapas y pintxos. Hace sólo unos meses, surgió la oportunidad de moverse, en la misma calle, a un local más espacioso y totalmente montado: el restaurante del Brondo Architect Hotel, en el primer piso del particular establecimiento de diseño industrial, y con una muy agradable terraza que –por quejas de algunos vecinos– no se puede utilizar. Al menos de momento.
Igor Rodríguez ha trasladado aquí su atractiva, bien trabajada y original cocina de miniatura junto a algunas otras creaciones idóneas para compartir en almuerzo o cena informal. El local del hotel Brondo y la propia decoración se prestan a ello, con sus muros de hormigón vistos, y bastante obra de arte contemporánea.
El principal aliciente es probar sus tapas, que sorprenden por presentación y contenido. Fue el caso del brioche de costilla de porc negre con salsa de piña y deliciosa mayonesa de hierbabuena, y un particular praliné de pimiento choricero y chalota encurtida. Una tapa sofisticada que no solapa en absoluto al ingrediente esencial, que es la porcella, por 9€. Al igual que el xuxo de porcella amb anfós, un mar y montaña de formato similar al de los dulces de masa frita rellena que tanto les gusta a los más pequeños. Lo presenta en un envoltorio cerrado en el que la base es de material orgánico reciclable y la tapa de plástico, con la descripción del producto y el autor. Original, aunque –y el cocinero es consciente de ello– sería más ecológico si la tapadera fuera de un material no plástico. Es un recuerdo a las medidas de seguridad utilizadas durante la COVID. En cualquier caso, magnífico de originalidad, textura y sabor, con acompañamiento de puré de orejones de Porreres, y que le valió el premio de subcampeón de España de tapas en el año 2021 (5,5€).
Delicado y tierno el steak tartare ‘estilo Igotxo', otra de las especialidades de la casa. Meloso, ligeramente picante, acompañado de finas rodajas de pan tostado, perfectas para dosificar el tartare, que sirve muy picadito. (19€).
Y también disfrutamos con unos sorprendentes raviolis de txangurro acompañados de rocas de sésamo sobre una delicada salsa con esencia de naranjas y trocitos de torreznos. Una amalgama extraña que, de forma sorprendente, liga muy bien.
Hay algunos otros platos realmente originales, como la oreja entera de cerdo negro, enhiesta sobre una cama de ensaladilla, deshidratada y frita posteriormente. Sólo apta para carnívoros, al igual que su codillo a baja temperatura. Conviene dejar hueco para su magnífica tarta de queso Idiazabal, uno de los clásicos del chef.
Vinos en algunos casos de precio distorsionado. Bien un Emilio Moro a 38€, e injustificado un Flor de Muga a 68€. Dispone de algunos buenos mallorquines en la carta. Estupenda la nueva etapa de Igor Rodríguez, que deseamos sea prolongada.