Unas amigas me dijeron que habían oído que el menú del día de Casa Gallega en Avda. Conde de Sallent 15 no es tan bueno como antes, entre otras cosas porque las raciones no son tan generosas. Me pareció una fake news como diez catedrales, porque Casa Gallega es un restaurante con una relación calidad-precio tan alta y es tan popular que es el único sitio que conozco que tiene dos turnos al mediodía (1.30 y 3.30). De todos modos pensé que esa fake news me daría una buena razón para volver a probar el menú por primera vez desde junio del año pasado.
Y ¿cómo están las cosas en Casa Gallega? Lo puedo decir en tres palabras: mejor que nunca. Comparado con hace un año, hay aún más opciones, tanto en entrantes como en principales. Y en ambos casos las raciones son tan generosas como siempre y el nivel culinario es más bien de platos a la carta. Hace dos años el menú del día costaba 15,50 euros. A día de hoy cuesta 16,50, un aumento de solo un euro es poca cosa.
Para entrantes había gazpacho, ensalada caprese, espaguetis marinera, arroz negro con sepia y gambas, canelones de jamón ibérico, un salpicón de pescado y marisco, entre otros. Para principales se ofrecían parrillada mixta de pescado, filete de pez de San Pedro con cebolla frita, un lomo de salmón con salsa de mostaza y eneldo, sardinas a la plancha, escalope de pollo con arroz y salsa de curry, y lechona al horno, entre otros. En los muy pocos sitios que ofrecen lechona al horno en un menú del día, siempre hay un suplemento de al menos cuatro euros. Pero no en Casa Gallega.
Otra innovación desde el año pasado es que ahora entra en el precio del menú una botella de medio litro de agua mineral (con o sin gas) más una caña, copa de vino o un refresco. Dudo que haya otro restaurante en cualquier punto de la Isla que dé agua mineral con gas y una caña en su menú del mediodía. La dadivosidad de Casa Gallega es única. Y no termino ahí: al final de la comida un camarero me ofreció un chupito y pedí un orujo, aguardiente gallego por excelencia.
Como siempre busco platos diferentes, aquel día mi entrante fue calamares a la romana con ensalada… y los calamares fueron distintos porque el rebozado contenía una parte de su tinta. Es un plato negro, nada fotogénico (incluso algo feo) pero el rebozado crujía y estaba muy sabroso gracias a la tinta del calamar. Venía con una ensalada de varias hojas verdes y hortalizas cortadas pequeñitas y aliñada con una vinagreta perfectamente equilibrada. El menú empezó de maravilla.
Casa Gallega también es uno de los muy pocos restaurantes que sirven bacalao en su menú. Fue un lomo de buen tamaño que estaba algo pasado de cocción para mi gusto personal, pero ideal para la gran mayoría. Se acompaña de unas verduritas en salsa blanca y deliciosos gajos de patata fritos en aceite abundante. Los golosos no tienen tanta suerte con el menú porque solo hay dos opciones: bizcocho o fruta del tiempo. El bizcocho, con un relleno de mermelada, fue ligerísimo y servido con una helado y tacos de sandia y piña, fríos y jugosos.
El menú fue tan divertido y las raciones tan generosas que merecía un 10. Y había otro 10 que es totalmente inédito. Cuando los restaurantes volvieron a abrir por primera vez desde la pandemia, los clientes hablaban a sotto voce y el comedor parecía la sala de una biblioteca. Estaba muy a mi gusto. El año pasado, sin el aforo completo, también el ambiente era nada ruidoso. Pero la semana pasada, con el restaurante a tope, la gente no gritaba. Por eso les otorgo un 10. Que sea así de aquí a la eternidad.